Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
Riesgos y derechos
Uno de los yerros más importantes de la educación sexual ordinaria consiste en que no previene a las mujeres sobre los riesgos a su integridad física que corre debido a la sexualidad. El derecho a ser respetadas no extingue el riesgo efectivo del que son víctimas. Menos aún enseña a prevenir o aminorar el peligro.
Tal actitud además de absurda es irresponsable. Todos saben que el peatón tiene derecho a cruzar por las esquinas y su paso es prioritario al de cualquier vehículo. Pero ningún padre responsable le indicaría a sus hijos que crucen sin mirar hacia ambos lados. Con la sexualidad pasa lo mismo.
Lamentablemente la coerción en todos sus niveles fue parte de la sexualidad humana, dejó huellas en nuestros genes (con el más simple de los mecanismos de esparcimiento: la reproducción y la herencia) y no le resulta sencillo a la sociedad quitárnosla de encima. No es sencillo ni perseguir, ni castigar, ni evitar los delitos sexuales. Más difícil aún son los tipos de coerción menos violentos. Hay que establecer penas duras, controles y hacer un esfuerzo importante de educación. Pero también de concientización y de prevención.
Son pocas las mujeres que saben que la violación es mucho más frecuente entre amigos, parejas y parientes que con el encapuchado que acecha en el callejón. Son pocas las mujeres que saben que la población de víctimas de violación correlaciona fuertemente con el atractivo sexual y la fertilidad. Son pocas las mujeres que saben que al menos un 7% de las mujeres fueron violadas. Es una epidemia terrible. Son pocas las que son conscientes de que el alcohol o las drogas o la exposición pública aumentan sus riesgos. Son pocas las mujeres que han recibido instrucciones o advertencias para mitigar el peligro. Pero lo que es intolerable es que desde muchos lados se las enseñe a desoír el miedo, que es su emoción natural para protegerse.
Está claro que la mujer tiene el derecho absoluto a vestirse como se le dé la gana, y a mostrarse como quiera y en donde quiera. Tenemos que ser firmes en ayudarlas a hacer valer ese derecho. Pero no tenemos ningún derecho a ocultarle los riesgos ni a dejar de prevenirla o aconsejarla para evitar el peligro. Cuando el daño se produjo ya es tarde.
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