Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
Poder e igualdad
El tercer yerro de la perspectiva de género es el que aborda la cuestión del poder (de los hombres sobre las mujeres) y reclama la igualdad de poder... pero sobre una base falsa.
Pretenden que la desigualdad entre el hombre y la mujer tiene un origen puramente social y a partir de ahí bla, bla, bla... Niegan la desigualdad hombre/mujer más allá de la anatomía. Esta pretensión es muy dañina porque hiere de muerte los intentos por derrotar al machismo y modificar las relaciones de poder.
Es mentira que los hombres sean iguales a las mujeres, es mentira que los cerebros de los hombres sean iguales que los de las mujeres, es mentira que los comportamientos, deseos, emociones, aspiraciones sean iguales entre los sexos. Somos diferentes. De hecho todos somos diferentes sea cual sea nuestro sexo. No hay dos personas iguales. Cuando la sociedad termine de aceptar la desigualdad seremos más capaces de construir una sociedad más justa.
A lo que la sociedad no debe renunciar de ninguna manera es que todos los seres humanos sean iguales en derechos y oportunidades, a que las relaciones de poder no se den en función del sexo (ni de la inclinación sexual, ni de la raza, ni de la ideología, etcétera). Debemos combatir la discriminación injustificada y debemos hacerlo desde la honestidad y no recurriendo a la negación de las diferencias (o a la discriminación positiva).
La historia evolutiva nos revela que la biología generó desigualdades injustas hacia las mujeres. Ni el reparto del trabajo ni el reparto de las decisiones, ni el reparto de las ganancias fueron justas. La sociedad machista tiene un claro origen biológico. Así nos construyó la evolución biológica. Pero de ningún modo nos obliga a mantener esas relaciones injustas. Nuestra biología lo intenta, sí, tengámoslo presente. Pero no nos obliga. Entender con qué mecanismos nuestra biología intenta perpetuar esas desigualdades será una ayuda invalorable para lograr la equidad. Y la mentira todo lo contrario.
Pretender una igualdad que no existe confunde tanto a hombres como mujeres, intenta hacerlos hacer o sentir cosas con las que no se sienten a gusto y que no hay motivo para que hagan; o hacerlos dejar de hacer o sentir cosas que nos dan placer y que no hay por qué abandonar. Y además, la pretensión de igualdad de aquello que no es igual, perturba la necesidad de cambiar actitudes que sí hay que cambiar porque implican injusticias que no tenemos que tolerar.
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