Las lecciones del Maestro Ciruela
¿Diseño inteligente?
Durante la administración del ex presidente de los Estados Unidos George Bush, tuvo su auge un movimiento a favor de que en la escuela pública norteamericana se enseñe el "diseño inteligente" como alternativa a la Teoría de la Evolución. Se trata, sencillamente, de una variedad aggiornada de creacionismo. Los "diseñistas" afirman que muchos aspectos de la naturaleza -la mente, por ejemplo- son demasiado complejos como para haber surgido por selección natural, y por lo tanto han de haber sido diseñados por una inteligencia superior. Pero caen en una vieja trampa recursiva. Cualquier clase de creacionismo termina en el mismo absurdo: si para crear lo complejo hace falta un diseñador inteligente… quién diseñó a este.
Por otro lado, la naturaleza se nos presenta como chapucera, imperfecta y muy distante de ser diseñada… y menos que menos inteligentemente. La cantidad de “errores de diseño” del cuerpo humano, por ejemplo, hablan por sí solos: un diseñador con sólo ser mediocre no habría puesto cinco apéndices inútiles y ridículos en el pie, o errado el tamaño de las mandíbulas (a menos que tuviese un contubernio con los dentistas extractores de muelas del juicio), o colocado una unión entre el tubo esofágico y el faríngeo. No se atragante, pero errores de diseño de ese tipo, y mucho más groseros aún, tenemos por centenares. Por el contrario, cualquier “error de diseño” es fácilmente explicable a través de la historia evolutiva de las especies cuyas leyes nos fueron reveladas por Charles Darwin hace 150 años.
No hace mucho los aggiornados creacionistas han intentado instalar el debate en la Argentina disfrazándolo de debate científico. Eso es pura basura. En una nota aparecida en el diario de mayor tirada un catedrático afirma que “el darwinismo se encuentra doblemente jaqueado por teorías alternativas, como las lideradas por L. Margulis o S. Kauffman, y por los difíciles desafíos matemáticos de la Doctrina del Diseño Inteligente”.
Ambas cosas son mentiras. Tanto Lynn Margulis como Stuart Kauffman son científicos evolucionistas renombrados que con su trabajo intentan llevar las leyes de la evolución hasta sus últimas consecuencias explorando los inicios de la vida. Nada de lo que hacen jaquea al darwinismo sino que, por el contrario, lo potencia y utiliza en campos difíciles de explorar.
Los desafíos matemáticos no son tales. Fred Hoyle, astrónomo inglés, popularizó en 1983 con su libro El universo inteligente, la falacia de que pretender que la vida se haya originado por azar tenía una probabilidad menor que la de que una tormenta de viento juntase las piezas metálicas necesarias para ensamblar un Boeing 747. Además hizo el cálculo de probabilidad que resultó ser menor de 100 cuatrillones de partes de 1 (10-50), o sea, algo mucho más difícil que un milagro. Estos cálculos lo único que revelan es la ignorancia sobre las leyes de la evolución, que no opera sobre la nada (partes de fierros dispersos en el suelo) sino sobre estados anteriores inmediatos, que ya poseen alta complejidad o, al menos, una complejidad parecida al estado posterior.
La teoría de Darwin está corroborada en forma absoluta, posee innumerables aplicaciones –como por ejemplo en la medicina– y negarla o ponerla en tela de juicio tiene una altura intelectual equivalente a postular una Tierra plana.
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