EXTRANJEROS EN LA UNIVERSIDADl
Uno de mis mayores orgullos de ser argentino está plasmado en nuestra Constitución Nacional, específicamente en su preámbulo, que indica que debemos dar los beneficios de la libertad y promover el bienestar general a “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.
Cuando escucho a algún periodista o a otra persona cualquiera preguntar si no es razonable que los extranjeros, al menos, paguen un arancel por estudiar en las universidades gratuitas argentinas no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué los extranjeros?, ¿por qué no los que estudiantes que hayan nacido en años impares?, ¿o los que midan 1,72 metros de altura? ¿Cuál es su lógica? ¿Pensarán que los extranjeros tienen menos derechos que los nacionales? ¿De dónde sacaron esa idea tan xenofóbica? ¿Olvidan que las universidades nacionales se sostienen con los impuestos de todos los habitantes, independientemente de su nacionalidad? Los extranjeros que habitan el suelo argentino también están sosteniendo la universidad de la misma manera, ni más ni menos, que los argentinos.
No voy a negar que en muchos países del mundo las corrientes inmigratorias significan un problema delicado, fundamentalmente económico. Pero decididamente no lo es en la Argentina y menos aún en sus universidades.
La actitud xenofóbica es, al menos para mí, de lo más bochornosa y vergonzante, a la par de la homofobia, la misoginia, o la discriminación racial, política o religiosa.
Por otro lado, debemos pensar que nadie abandona su país, su lugar, su familia, sus amistades sin motivos angustiantes o trágicos. Si un extranjero decidió emigrar de su país para venir a estudiar al nuestro es porque no pudo hacerlo en su país de origen. La solidaridad es uno de los valores más loables del ser humano. Pero además, si el extranjero logra terminar su carrera, su ejercicio profesional nos beneficia a todos, ya sea si lo ejerce en nuestra patria, o en América –la Patria Grande–, o en cualquier otra parte del mundo que, en definitiva, sigue siendo nuestra casa.
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