CONSURSOS ABIERTOS –
CATEDRAS O DEPARTAMENTOS

A partir de la Ley de Educación Superior, y de los Estatutos Universitarios que cada Universidad se brinda a sí misma, los cargos docentes deben ser cubiertos mediante concursos abiertos, de oposición y antecedentes. Esto significa que cuando se produce una vacante la Universidad debe abrir un concurso en el que pueden anotarse todas las personas interesadas que se consideren a sí mismas capaces de desempeñar el cargo. Debe constituirse un jurado de pares calificados, en lo posible ajenos a las reparticiones en las que se generaron las vacantes y veedores de los tres claustros que garanticen la transparencia del concurso. Amiguismos y relaciones parentales son causales de excusación de jurados. Los aspirantes deben pasar por dos instancias, una evaluación de antecedentes en la que el jurado pondera los méritos (títulos, trabajos, etcétera) y una clase pública en la que demuestra su capacidad docente. En base a ambas el jurado elabora un orden de mérito para cubrir el (o los) cargos. Si se cubren de esta manera los docentes serán regulares. Pero si por cualquier circunstancia el cargo se cubre sin que se haya substanciado el concurso el docente será interino.

Siempre aparecen circunstancias excepcionales por las cuales se cubren los cargos en forma interina. Sin embargo, existen unidades académicas en las que el interinato es la norma y no la excepción. Incluso algunas en las que los concursos no son realmente abiertos. Esta realidad nos lleva a la estructura de cátedra. La cátedra, es decir, el conjunto de docentes de distintas categorías (titular, asociado, adjunto, jefe de trabajos prácticos, ayudante de primera y ayudante de segunda) constituye algo así como un enclave feudal, en el que el poder y los cargos se reparten casi por herencia, generalmente de manera interina.

Los concursos abiertos no siempre otorgan el cargo docente a la persona que mejor se desempeñaría en la función, y tal vez el mejor tenga escasas posibilidades de cubrir el cargo si compite con otros que ostentan mejores antecedentes. Pero a gran escala y a largo plazo es el método que mejor garantiza la excelencia del plantel en una unidad académica. Por otro lado el peor error en el que debe caer una universidad es el de convertirse en una repartición corporativa que priorice la permanencia de los puestos de trabajo ya sea por amiguismo, afinidad política, o lo que fuera.

La Reforma Universitaria que mencioné en el video anterior, una movida estudiantil iniciada en Córdoba en el año 1918, sentó las bases de la enseñanza universitaria en la Argentina a partir de unos pocos pilares. Uno de ellos fue la periodicidad de cátedra. O sea: los cargos docentes no son eternos y aunque los docentes se hayan desempeñado satisfactoriamente en sus funciones, deben concursarse periódicamente. Esto, para los estudiantes reformistas, era una garantía para la búsqueda de la excelencia universitaria. Acertadamente los estudiantes nos dijeron: las universidades no son de los profesores (ni de los estudiantes), son del pueblo argentino. Por lo tanto primero está la búsqueda de la excelencia y después (solo después) la estabilidad laboral.

Lamentablemente –al menos para mí– algunas universidades optaron por abandonar los concursos abiertos y lo reemplazaron por una carrera docente que otorga estabilidad laboral.
Existen unidades académicas –la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA entre ellas– cuya organización interna no es de cátedras sino de departamentos. En cada uno de ellos se juntan no sólo las materias afines sino también las de investigación. Los docentes suelen rotar en diferentes materias y la injerencia del conjunto evita eficientemente “el poder” de cátedra.

Estar al tanto de estas cuestiones, ninguna de ellas cerrada ni absoluta, pueden hacer de vos un actor responsable como universitario. No un cliente sino un actor.