ADOCTRINAMIENTO

“Yo vengo a estudiar, no a hacer política”. Esa frase, tan tonta como ingenua, es uno de los memes más escuchados a la hora de desprestigiar a las universidades nacionales (y que –supuestamente– prestigia a las universidades privadas).

Es pariente cercana de esta otra: “en la universidad pública se adoctrina”, más sonsa que la anterior. Adoctrinar es inculcar ideas, o sea, presionar, apretar con fuerza y con repetición tantas veces como sea necesario, para que alguien termine adoptándolas como propias.

Adoctrinar es lo que hacen algunas familias y algunas escuelas confesionales para inculcar creencias religiosas en los infantes. Hay mucha gente para la cual eso está bien. Para mí no, pero esa es otra discusión. La cuestión es que este adoctrinamiento funciona bastante bien (al juzgar por los resultados) debido a que el sujeto –un infante– no tiene recursos para evaluar críticamente las ideas que le están inculcando. Para más estas ideas provienen de los padres –sus héroes– o de sus maestros –los delegados de sus padres–.

Un estudiante universitario no es un infante, no se le puede inculcar ninguna idea sin que previamente la critique, la confronte, la coteje, la examine. De hecho, lo que la universidad promueve casi en primera instancia es estimular en sus estudiantes el pensamiento crítico. El objetivo prioritario de la universidad es generar la capacidad de cotejar, examinar y verificar las ideas antes de –en todo caso– adoptarlas.

Por otro lado, para la universidad los estudiantes son sujetos de derecho, a los que los asiste el derecho al conocimiento. Los profesores no podemos, cuando las conocemos, callarnos verdades ni contraposiciones o discusiones o puntos de vista.

La universidad es, justamente, el lugar que la sociedad se dio para la generación del conocimiento. Y eso no puede realizarse sin la compulsa de ideas y sin pensamiento crítico. Lejos de ser un antro de adoctrinamiento la universidad es el lugar donde todas las ideas deben estar presentes y deben confrontarse entre sí. La experiencia humana nos dice que así deben ser las universidades y que de ellas salen los mejores profesionales. La otra opción no es una universidad, es un enseñadero, una entregadora de títulos habilitantes.


 
 
 
 
 
 
 
 
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