Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
Testosterona
Su nombre lo indica: proviene de los testículos. Lo que no dice es que es despótica. La revolución hormonal comienza en la octava semana de gestación, en la que el gen SRY que se halla en el cromosoma Y ordena formar los testículos. Ellos comienzan a segregar testosterona que le indican al cerebro cómo "cablearse" para ser varón.
Con el cerebro masculinizado -entre otras cosas- el niño preferirá (aunque sus padres se los nieguen) los juegos de lucha, de competencia, de movimientos, etcétera, usted ya sabe. Y con poco esfuerzo dirige la ruta de todos los varoncitos hasta la adolescencia. El máximo de la producción de testosterona se alcanza entre los 20 y los 35... es ahí cuando esa sobredosis le indica al hombre: compite, compite, compite, pelea, arriesga, consigue una muchacha, y por qué no, más de una también. No te quedes atrás, arriesga.
Ya hemos advertido que las poblaciones carcelarias de todo el mundo están pobladas mayoritariamente por varones entre esas edades; la toma de riesgos y la actitud temeraria junto a una mala educación, hacen estragos. En promedio apenas el 7% de los presos del mundo son mujeres.
También advertimos que los científicos varones hacen sus máximas contribuciones a la ciencia en ese temprano período de sus carreras. Parece que la testosterona afilara sus cerebros para perseguir grandes éxitos.
Llegados a los 40 la cosa se calma. Pero el entrenamiento y el deseo queda impregnado en el cerebro, el hombre sigue siendo más competitivo (¡en promedio!) que la mujer.
Las pruebas de esta realidad biológica-cultural son absolutas. Quien pretenda cambiar la realidad social ignorando o ninguneando su raíz biológica (que es mucho más profunda que la relación hormonal aquí descripta) empobrece sus chances de éxito, lo cual es un despropósito... porque necesitamos cambiar muchas cosas de nuestra sociedad y particularmente: su machismo.
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