Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
El trabajo y el techo de cristal
En el mundo laboral de casi todas las disciplinas suele verificarse que las posiciones iniciales se reparten casi equitativamente entre los sexos, cuando se asciende en la escala jerárquica las proporciones se desequilibran en favor de los varones y en los puestos de conducción el sexo femenino queda muy escasamente representado. Los grupos feministas han acuñado la frase techo de cristal a un conjunto de dificultades invisibles o normas no dichas que detienen el avance femenino en el mundo del trabajo formal.
La sóla existencia de la desigualdad en el reparto de los puestos de trabajo en el nivel dirigencial es asumido como una injusticia y se reclaman acciones para suprimir la diferencia.
Tal actitud es doblemente absurda. Primero por ser anticientífica en el sentido que no admite la posibilidad de que la naturaleza humana generó (como en todos los mamíferos) dos temperamentos diferentes para hombres y mujeres (machos y hembras), producto de sus estrategias reproductivas diferentes. Debido a que los hombres son más competitivos que las mujeres, ¿no es lógico que un mayor porcentaje de grandes triunfos -y también de grandes fracasos- correspondan a los hombres? Siendo que los hombres le dan más importancia que las mujeres a la adquisición de recursos ¿es injusto que descuiden otras facetas de la vida? Y si es natural que las mujeres sienten más apego por sus hijos que los hombres ¿es injusto que las mujeres releguen otras facetas de la vida?
También es absurda por ilógica, por el hecho de que cada vez que los grupos feministas encuentran una desigualdad de representación (en cualquier estamento) infieren que hay allí una injusticia sexista que hay que desterrar. Yo les pregunto si también pretenden que la criminalidad femenina deba crecer hasta alcanzar la masculina.
La negación de las diferencias en la naturaleza de los sexos no es un buen negocio para lograr una sociedad más justa. Porque, efectivamente, hay diferencias que devienen en injusticias y es necesario modificarlas. Por eso es importante que tanto los grupos feministas como los académicos de las ciencias sociales entiendan que la ciencia no está para perpetuar diferencias, sino para entenderlas.
En la elección de una carrera y en la orientación vocacional (o sea, para hablar del primer escalón para una futura carrera laboral) hay perfiles claramente femeninos y masculinos. Si no entendemos esos perfiles es probable que metamos la pata. Será casi comparable a aquella época en que se pretendía obligar a los zurdos a escribir con la derecha, porque somos todos iguales.
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