Jared Diamond
 

Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual

Cómo se logra el conocimiento evolutivo

Es una pregunta muy acertada: ¿cómo se logra el conocimiento acerca de la naturaleza humana? Si los chicos no lo preguntan en el transcurso de una clase de educación sexual es que les extirparon el gen de la curiosidad (es una metáfora).

Son muchas las fuentes del conocimiento científico en este área. Una de las características más relevantes de nuestros saberes en este campo es que toda característica que supongamos que pertenece a nuestra naturaleza y no a lo que nos fue dado por la sociedad en la que vivimos es que debe estar presente (total o parcialmente) en todas las sociedades y culturas del mundo. Cuando los antropólogos, con metodología moderna y rigurosa detectan características, sentimientos, formas de comportarse regulares en todo el planeta, hacen bien en sospechar que están ante una característica innata.

La etología comparada, o sea, el estudio del comportamiento de otras especies, también revela características innatas. Aunque a mucha gente le cueste creerlo muchas características de nuestra sexualidad fueron descubiertas previamente en aves y ratones. Solo después se hicieron las observaciones que confirmaron que también estaban presentes en los humanos. En general se trataba de las mismas respuestas ante las mismas encrucijadas ecológicas.

También se recurre a experimentos. Algunos pocos se realizan de novo (no se puede plantear cualquier experimento con humanos, ya que felizmente tenemos ciertos pruritos éticos). Pero muchas veces la naturaleza se ocupó de plantear el experimento por nosotros. Por ejemplo las diferencias comportamentales entre gemelos (que comparten el 100% de la dotación genética) y mellizos (que comparten el 50%). Si ambos se criaron el mismo ambiente y hay diferencias cuantitativas entre gemelos y mellizos, sabemos que ese comportamiento tiene un componente genético. Requiere, como siempre, mucha estadística.

La paleontología, la antropología física, la etnología y la etnografía son fuentes de conocimiento muy grandes. La biología, por supuesto. Cuanto más avanza la tecnología más información se le saca a los restos fósiles y otros objetos de estudio. Por otro lado no hay que olvidar que entre las sociedades actuales hay varias que viven casi igual que como vivíamos todos hace 200 mil años.

Los estudios genéticos no alcanzan la frontera y nos sorprenden todo el tiempo con nuevas sorpresas. El hallazgo de genes responsables de producir alteraciones en el comportamiento es una fuente invalorable para comprender la naturaleza humana. Por otro lado todo el ADN guarda un especie de registro temporal (que solemos llamar el reloj molecular) que permite rastrear en el tiempo sucesos biológicos, linajes y caracterísitcas.

La psicología (no el psicoanálisis), la neurobiología, las ciencias cognitivas y las ciencias del comportamiento revelan cada vez más cuál es la parte de nuestra mente que el entorno es capaz de modelar y cuál aquella con la que venimos de fábrica y que resulta casi inamovible o, al menos, más difícil de modificar.

Finalmente, toda hipótesis, todo descubrimiento tiene que constituirse en una pieza de la relojería evolutiva. Los organismos vivos y las sociedades no somos un collage arbitrario sino una pintura armónica con un sentido subyacente profundo. Toda característica debe formar parte de un plan de vida sustentable en el tiempo, una estrategia evolutivamente estable, consistente y chequeable con modelos matemáticos.

Hay muchas más fuentes de conocimiento, pero los ingredientes fundamentales en la búsqueda del saber acerca de la naturaleza humana son el desprejuicio y la objetividad.

 

Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización mar-16. Buenos Aires, Argentina.