Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
Protección
Muchas veces sorprende darse cuenta de hasta dónde las diferencias sexuales establecidas desde tiempos prehistóricos se mantienen vigentes en la actualidad. Los comportamientos de protección del hombre hacia su mujer y su familia es uno de esos casos.
¿Por qué cuando una pareja camina por la calle el hombre ocupa generalmente el lugar de afuera? Habrá quien diga que se trata de una constumbre -a mí me la enseñó mi abuela- de claro origen cultural. Pues no, está incripto en nuestros genes. ¿Qué lado ocupa cada uno en la cama matrimonial? De eso nunca nos habló nuestra abuela, sin embargo se puede observar que, estadísticamente hablando, el varón ocupa el lugar próximo a la puerta de la habitación quedando la mujer más protegida frente al riesgo del ingreso de un agresor. Hay otras decenas de ejemplos reportados.
Nuestro diformismo sexual (más grandes y fuertes los hombres que las mujeres) se relaciona no sólo con la competencia entre machos sino, significativamente, con la protección de la pareja.
Este "mandato original" repercute en innumerables comportamientos. Uno de esos "mandatos" es la división del trabajo en la familia primigenia. El hecho de que fueran los hombres los encargados de la caza mientras las mujeres se quedaban en el hogar a cargo de los hijos no tuvo que ver -aparentemente- tanto con el aporte energético y de proteínas provenientes de la caza sino con la tarea de patrullaje y protección. Hay varios indicios que inclinan la balanza en esa dirección. No cabe duda de que el riesgo de violación y/o rapto de las mujeres como así también asesinato de la prole eran altos.
Esta realidad que pervive en nuestros instintos abre una discusión muy interesante que podrían comenzarse con estas preguntas: ¿Qué bienes protege el varón? ¿Es su mujer un bien propio? ¿Lo son sus hijos? Tomar consciencia de que estas cuestiones son indisolubles con nuestra sexualidad humana produce escalofríos.
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