Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
Objeto sexual
Son muchas las voces que se levantan indignadas porque se trata a la mujer como un objeto sexual. La mayoría de esas voces están erradas. Y el yerro proviene de que las mujeres son objetos sexuales. Muchas mujeres se sienten muy felices de serlo, les encanta que los hombres las miren, las busquen, las deseen, las elijan, etcétera. La naturaleza las dotó de múltiples características visuales que no son otra cosa que avisos publicitarios sexuales: senos, cintura, cadera, cola, piernas, múltiples características de la cara, etcétera. Todos despiertan inconsciente y automáticamente el deseo de los hombres, son interruptores sexuales, y lo son mucho más actuando en conjunto.
Las voces deberían protestar cuando se trata a la mujer sólo como objeto sexual que, evidentemente, no lo es. O cuando se trata como objeto sexual donde corresponde un tratamiento diferente. Por ejemplo, cuando una mujer concurre a una entrevista de trabajo intelectual y el selector sólo se fija en las piernas. Aún en esas oportunidades se observa que las mujeres concurren lo más sexualmente atractivas que puedan eligiendo apropiadamente ropas y maquillajes. La gran mayoría no lo hace con resentimiento sino con placer, les gusta sentirse bonitas, atractivas, y no perciben ninguna ofensa si el selector levanta la vista del currículum varias veces para intentar el cruce de sonrisas. Muchas, incluso, hacen uso de su atractivo -consciente o inconscientemente- sabiendo que eso la ayuda a escalar posiciones.
Ser objeto sexual no debe importar ninguna ofensa. Hacer de eso una ofensa debilita y hasta descalifica las protestas que sí deben alzarse -y con fuerza- cuando una mujer es considerada solo un objeto sexual o cuando se la debe considerar por cualquier otro factor que no sea su atractivo sexual.
Los hombres también somos objetos sexuales (aunque mucho más disimuladamente); casi nunca se nos toma por sólo objetos sexuales, pero más de uno se sorprendería al saber cuántas insospechadas características de nuestra personalidad o nuestro físico cultivamos sólo porque comportan un interruptor sexual de la mujer. Y, por supuesto, no es algo que pueda ofendernos.
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