Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual
Instinto maternal
No cabe duda de que las mujeres gozan (o son esclavas) del instinto maternal, un conjunto de impulsos inconscientes que las hacen amar y cuidar a sus hijos. La existencia de este instinto es tan necesaria como el propio deseo sexual. Si no existiese no estaríamos acá. Por otro lado, cuanto más intenso sea el instinto maternal con más fuerza se expandirá en la población humana generación tras generación.
Los hombres también tenemos instintos paternales muy similares a los de las mujeres aunque -según la creencia pupular- de menor intensidad. La sociedad, por ejemplo, le impone al hombre cuya mujer acaba de parir la honorable tarea primordial de cuidar el vínculo entre su esposa y el hijo.
¿Todo muy bonito... pero se debe sólo al hecho anatómico-fisiológico de que la que amamanta es ella? ¿O existen otras razones profundas y oscuras?
Uno de los principales motivos de que esta diferencia en intensidad (y también en calidad) de nuestros instintos parentales es la presunción de paternidad: el hombre -al contrario que la mujer- nunca pudo estar ciento por ciento seguro de que su hijo en la práctica fuera también su hijo biológico. Nuestros instintos fueron modelados por decenas de miles de generaciones con esa presión evolutiva.
El modo en que la presunción de paternidad horada nuestros sentimientos está tan arraigado en nuestras relaciones familiares que es posible visualizarlo en varios parentezcos, por ejemplo hermanos, tíos, abuelos.
Se ha verificado que los tíos por parte de madre generan vínculos con sus sobrinos con mayor intensidad que los tíos por parte de padre. Incluso existen culturas en el mundo cuyos idiomas distinguen entre tíos por parte de madre y tíos por parte de padre.
Con los abuelos la diferencia parece ser más notoria, y es lógico. La madre de la madre tiene certeza absoluta de su abuelidad. El padre de la madre y la madre del padre deben soportar (aunque ni se entere de este asunto) una incertidumbre. El padre del padre debe soportar doble incertidumbre. Existen estudios que demuestran que el esfuerzo de abuelidad (gastos, tiempo, cariño, protección, preocupación, etcétera) por parte de los cuatro abuelos responde sin lugar a dudas al grado de certeza de nietez (por decirlo de alguna manera). La madre de la madre es la que más da y el padre del padre el que menos. Estadísticamente hablando (me cansaré de escribirlo y usted de leerlo). Pero recuerde el dicho de la abuela: "los hijos de mis hijas nietos míos son, los hijos de mis hijos quién sabe si lo son".
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