Las lecciones del Maestro Ciruela
Sociobiología, la disciplina cenicienta
Equiparar la sociobiología al fascismo tiene la misma talla intelectual que equiparar la física nuclear al holocausto de Hiroshima.
La mayoría de sus detractores apelan a demonios fascistas, racistas, deterministas, machistas y otros istas para denostarla. Todos esos movimientos y posturas detestables que quisieron encontrar en la sociobilogía o en cualquier otro aspecto de la ciencia justificaciones para sus posturas, son repudiables por sí solos, por su moral o por sus intenciones contrarias a la humanidad, independientemente de los argumentos con que quieran justificarse a sí mismos.
La sociobiología es la rama de la biología que intenta explicar biológicamente las características sociales de los seres vivos, incluido -por supuesto- el ser humano. Y lo logra. Sus éxitos son rotundos, la capacidad explicativa y muchas veces predictiva es formidable. No querer verlo tiene el mismo carácter porfiado e infantil de los que no querían aceptar la existencia de los satélites de Júpiter descubiertos por Galileo: «Los astrólogos han hecho sus horóscopos teniendo en cuenta todo aquello que se mueve en los cielos. Por lo tanto los astros mediceos no sirven para nada y Dios no crea cosas inútiles, estos astros no pueden existir», y se negaban a apoyar el ojo en el ocular del telescopio.
Como toda disciplina científica la sociobiología nos descubre cómo es la naturaleza, no cómo debería ser la naturaleza. Por supuesto que esta naturaleza descubierta por la ciencia puede no gustarnos, ya que la naturaleza no tiene moral, ni ética, ni benevolencia, ni deseos de igualdad o justicia. Pero no cabe duda de que si queremos transformar el mundo para hacerlo mejor es absolutamente imprescindible conocer la naturaleza y entenderla.
Confundir al enemigo con sus armas más que miopía es ignorancia. Pero lo peor es ésto: estos militantes anticientíficos se tornan funcionales a los movimientos infames que pretenden combatir. Cuando las verdades descubiertas por la ciencia se hagan populares, los inmorales verán el agua llegando a raudales a sus molinos.
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