Las enseñanzas del Maestro Ciruela
LA CIENCIA ES SOBERBIA


Las disputas académicas son acaloradas y apasionantes. A la mayor parte de la gente le molesta escuchar explicaciones científicas de asuntos complejos a los que habían dedicado muchas horas de  meditación. Esa explicación reduccionista y categórica de la ciencia viene como tapa, diría, como desoyendo toda nuestra elucubración previa, no científica.

Parecen heridos cuando la física, la química, la matemática o la biología encuentran soluciones concretas en barrios por los que nunca antes habían transitado. Ciertamente impacta como una actitud de soberbia.

Pero no se la agarre con el vocero de la ciencia, no es que necesariamente sea un jactancioso. Es probable (inclinémonos por el beneficio de la duda) que se trate de una persona modesta, incluso, prudente. Lo que pasa es que la honestidad intelectual lo obliga a mostrar el conocimiento científico de esa manera: validado. Verdadero.

No me refiero al conocimiento científico de los papers de los últimos cinco años, que recién aparece o que se sigue discutiendo. Me refiero al conocimiento científico consolidado, que ya ha pasado varias etapas de contrastación con la naturaleza, o que ha cristalizado en desarrollos tecnológicos que serían fracasos si el conocimiento no fuese verdadero.

Ese tono encopetado no necesariamente es del vocero. Pero -debo admitirlo- sí es el de la ciencia. Sin embargo a mí, lejos de molestarme, me enorgullece. Como asiduo vocero de la ciencia, muchas veces he sentido en carne propia ese gustito a rechazo. Pero yo mismo recibo idéntico tratamiento inmodesto cuando voy a escuchar clases y conferencias, o leo artículos de divulgación, o libros científicos.

Y no es que yo perdone la vanidad por pertenecer al gremio, de hecho mis contribuciones científicas no me acreditan pertenencia alguna, son más insignificantes que una mota de polvo. Pero asumo el conocimiento científico como una proeza de la humanidad. Y en este caso sí, me siento muy humano, muy orgulloso de ese patrimonio que es de todos. Algo así como sentirnos orgullosos de que el hombre haya llegado a la Luna. ¿Usté fue? ¿Fui yo? Y, sin embargo, nos conmueve.

 
 
   
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