Las enseñanzas del Maestro Ciruela
Docencia es placer
Cuando era estudiante me daba mucha bronca. Ahora me da mucha pena. Me genera un profundo rechazo cuando veo colegas que no enseñan con placer. Aquel docente que padece su trabajo debería considerar la posibilidad de dedicarse a otra cosa.
Tengo colegas que no parecen darse cuenta de que lo que a uno le pasa, se nota, y se nota mucho. Y ver a alguien trabajando a desgano, o sufriendo, es algo muy negativo, sobre todo si uno es el destinatario de ese esfuerzo.
Pero si usted es un docente que se resiste a cambiar de profesión, que aviador le parece muy arriesgado y bancario muy aburrido, y que fundamentalmente recuerda el momento en que eligió la docencia y no entiende bien qué pasó en el medio para haber extraviado el placer de enseñar, entonces, tal vez yo pueda ayudarlo.
Mire: el placer es contagioso. Esa es la clave. Ahí en el aula hay enormes fuentes de placer. El placer de alegrar, de ser escuchado, de enojar, de brindar, de ser querido... Usted es un profesor de ciencias y guarda secretos que a sus estudiantes les interesan sobremanera. Secretos que ellos desean conocer: los accidentes de tránsito no son accidentes porque se podrían evitar, el universo ya tiene 15.000 millones de años pero todavía es joven, cuando los animales se enamoran sus cerebros se enjuagan en las mismas moléculas que los nuestros. La antimateria y la materia se aniquilan mutuamente. La clonación humana es posible. El viaje en el tiempo no es sólo ficción. La vida. La muerte. El universo.
Todo eso y muchos más secretos son revelados por la ciencia y usted tiene las llaves para que sus estudiantes entren a ese mundo de maravillas que es el conocimiento. Pruebe. Y si no resulta buscaremos otra manera. Resigne cualquier cosa, menos el placer de enseñar.
Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización oct-10. Buenos Aires, Argentina. |