Las enseñanzas del Maestro Ciruela
Vampiro negro
Luis Pescetti es un artista que escribe obras infantiles y las presenta en funciones de teatro muy divertidas para chicos y grandes. En una de esas funciones lo vi representar esta pantomima: Pescetti le pedía al público que realizara una consigna, no muy difícil, pero nada trivial. Cuando el público lograba hacerla sin equivocarse el artista respondía con una mueca de contrariedad muy manifiesta. Y el público se moría de risa. El artista subía la apuesta, y planteaba ahora una consigna más difícil que la anterior. Como el público volvía a acertar Pescetti mascullaba su bronca sin esconderla, eso volvía a incitar a la audiencia. El nuevo desafío era aún más difícil y, claro, esta vez se producía un colectivo desacierto. En ese momento la cara de satisfacción de Pescetti, con una sonrisa de revancha, iluminaba todo el escenario. La gente se desternillaba de risa sin poder parar.
El efecto era tan grande que decidí incorporarlo en mis clases de Física. Esa enemistad fingida tiene un poder superior. Es graciosa, agradable y estimulante. Apela a la inteligencia, la ironía, el afecto. Cuando es obvio que la otra persona es nuestra aliada, nuestra amiga, nuestra compañera, la pantomima de disfrazarse de adversario no hace más que reforzar esa alianza, tanto el vínculo como el cometido (que en nuestro caso es: enseñar y aprender).
Si usted es de esos docentes que se permiten "gastar" a sus estudiantes de vez en cuando sin temor a que lo malinterpreten, entonces no deje de probar esta broma porque es muy provechosa. Y es que en el aula tiene un plus inesperado: todo juego tiene una cuota competitiva muy estimulante. Ellos van a querer ganarle, van a querer acertar las respuestas, van a exprimir al máximo sus cerebros para deducir las respuestas correctas y derrotarlo a usted, y demostrarle que usted es un inútil, porque ellos ya sabían perfectamente lo que usted quería enseñarles.
Son momentos breves... pero regocijantes.
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