Las enseñanzas del Maestro Ciruela
El método global de la enseñanza
de la lecto-escritura
Es un arquetipo. Un magnífico ejemplo del fracaso de las modernas pedagogías intoxicadas de pseudoprogresismo, que despreciaron la ilustración y la ciencia. Los impulsores del método global de lecto-escritura pretenden que con este enfoque sincrético se aprende a leer mejor (más rápido o más fácil) ya que las palabras como un todo se adaptan mejor a la naturaleza de los niños que sus componentes (letras y sílabas). ¿Evidencias?: ninguna. Pero las habrán buscado: no.
Las evidencias que sí se buscaron (y que describe magistralmente el neurocientífico Stanislas Dehaene en su libro El cerebro lector) acerca de los mecanismos neurológicos de la lectura y del aprendizaje de la lectura, apuntan decisivamente a que el método global estuvo condenado al fracaso desde su propuesta. Leemos desmenuzando la escritura y no hay forma de hacerlo de otra manera. Nuestro cableado cerebral viene preparado de fábrica para hacer ese ejercicio de interpretar las letras, no las palabras enteras.
¿Pero por qué hubo que esperar casi un siglo para tener que admitir que el método global funciona mal o no funciona? Independientemente de los mecanismos subyacentes de la lectura, (que resulta comprensible que aparezcan recién ahora, cuando la neurobiología es capaz de abordar esa y muchas otras habilidades de nuestra mente que antes eran inaccesibles al escrutinio de la ciencia), el estudio de la efectividad de un abordaje pedagógico u otro sí estaba al alcance de la búsqueda de evidencias, con experimentos controlados. Pero se ve que no es eso lo que se aprende en las instituciones de enseñanza de las ciencias de la educación.
El motivo no fue otro que el anti-cientificismo que floreció desde principios del siglo XX. Los humanistas prefirieron el principio de autoridad (es verdadero lo que dice mengano, porque mengano es una autoridad) al principio de la evidencia (es verdadero aquello que la evidencia indica). Para nuestro sistema educativo cientificismo sigue siendo una mala palabra.
|