Las enseñanzas del Maestro Ciruela
GRANDES MITOS DE LA CIENCIA

El principio de conservación de la materia,
que no se aplica


El tópico les encanta a los psicopedagogos y, con Piaget debajo del brazo, suelen someter a los niñitos a preguntas inverosímiles del tipo: "Y si trasvaso esta agua a esta jarra... ¿tengo más agua que antes? ¿Igual? ¿Menos?..."

No cabe duda: el principio de conservación de la materia le encanta a todo el mundo porque, claro, es sencillísimo. Dice algo más o menos así: la materia no se crea ni se destruye; en una transformación cualquiera si tengo una cantidad antes, tendré la misma cantidad de materia después.

Pero créame, por sencillo que sea, el común de la gente -empezando por los psicopedagogos- no lo entiende. Haga si no esta sencilla prueba. Plantéele a un vecino cualquiera, independientemente de su instrucción y profesión, esta cuestión por demás simple y cotidiana: un hombre ingiere diariamente un promedio de 600 gramos (números redondos) de alimentos secos. Unos 100 gramos (números redondos y repugnantes) se van con las heces (ya he descontado el agua)... ¿dónde están los 500 gramos que faltan?

La respuesta inmediata es: "se queda en el cuerpo". No, aclare, hablamos de un promedio diario. Medio kilo por día harían 180 kilos por año... nadie engorda de esa manera. Estamos hablando de alguien que mantiene su peso -y su figura- no importa si fácil o estoicamente.

Entonces, una buena cantidad de respuestas se va hacia este estilo: "se convirtió en energía". Pero usted no afloje, repregunte: ¿se convirtió en energía según la ecuación de Einstein, E=mc²? No, viejo, eso pasa en el núcleo de las estrellas y en las centrales nucleares, pero no en nuestros tejidos. Notará que su interlocutor se sonroja y que cae en la cuenta de que las cantidades no le cierran. Y que entra en conflicto con el principio de conservación de la materia pese a que come y defeca diariamente desde que tiene memoria... y también antes. Insistirán con el cuento de la energía y de que comen para vivir y un montón de otras vueltas y variantes, pero la ecuación seguirá sin cerrar. Es muy fácil, proponga: por un agujero metés en tu cuerpo 600 gramos. Ya encontraste otro agujero por el que sacaste 100. Te falta algún agujero para sacar los 500 restantes.

Pero todo será inútil. Por simple que sea, el principio de conservación de la materia pareciera no resultar con nosotros. Recién entonces dígale el nombre del agujero que le falta: nariz. Explíquele el asunto de la respiración.

Cuéntele entonces que entre cada inspiración y cada expiración hay una pequeña diferencia de masa. Que si suma todas esas diferencias a lo largo de un día alcanzará unos 500 gramos (números gaseosos). Aclárele que en cada exhalación sale de su cuerpo un poquito de CO2, unos 30 miligramos (números pequeños) por vez. Que este gas no es otra cosa que su propia comida, sólo que volatilizada después de haberla quemado. Y concédale, claro, que realizó esa quema para extraerle energía química al alimento (número puesto), pero adviértale que esa energía no pesa nada, no es materia, ni al principio le hacía falta.


Artículo publicado en la revista EXACTAmente. Todos los derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jun-06. Buenos Aires, Argentina.
Ilustración de
Santiago Erausquin