Las lecciones del Maestro Ciruela
Exámenes libres
Lamentablemente está muy extendida la costumbre de los grupos docentes que consiste en lo siguiente: los exámenes libres son más difíciles (a veces mucho más difíciles) que los exámenes finales regulares. Esa diferencia no tiene asidero lógico y hay que erradicarla. Para peor tiene un cierto tufillo corporativo (si los estudiantes aprueban sin realizar el curso regular, me quedo sin clientes y tal vez sin trabajo).
Mire, colega, los exámenes finales sirven para acreditar que un estudiante posee los conocimientos y habilidades que se dan en su materia, en el nivel de profundidad y complejidad que corresponda. Quienes aprueban el examen quedan habilitados para continuar la carrera que estudian (o finalizarla, llegado el caso).
Se trata de un compromiso de cara a la sociedad, que confía en usted, no sólo en que va a dirigir la tarea de enseñanza-aprendizaje sino que además va a ser responsable a la hora de la acreditación de los saberes. Usted tiene la obligación moral de explicitar los contenidos y niveles de complejidad a los estudiantes y a la sociedad.
Luego -sea quien sea y por los motivos que sean- si alguien quiere someterse a esa acreditación sin haber pasado por su aula (un examen libre) no hay razón alguna para cambiar ni los contenidos ni los niveles de complejidad.
A veces se presenta el caso de que en su curso hubo una parte de laboratorio u otra habilidad que excede lo que se puede evaluar en un examen oral o escrito. En ese caso el libre debe tomarse en dos sesiones, o en una más extendida... pero -nuevamente- del mismo nivel de dificultad con el que usted evalúa a sus estudiantes regulares.
Ahora, que si el curso es uno que imparto yo... y un estudiante se niega a escuchar mis esclarecidas palabras, y quiere aprobar mi materia sin pasar por mi excelente, formativa, e insustituible tutela de su aprendizaje... en ese caso... es preciso que se entere que no va a aprobar el examen libre ni en sueños. |