Las enseñanzas del Maestro Ciruela
Juegos

Les voy a presentar un juego para hacer en la clase. Lo saqué de la novela de mi creador, Ricardo Cabrera: Por las barbas de Juno. Así lo dejo contento. ¿Tas contento, ricuti? (Se anda quejando de que Ciruela es más famoso que él).

Bueh, la cosa es que yo reivindico el juego como una de las herramientas más poderosas de la educación, sea cual sea la asignatura que a usted le toque. Acá va el extracto:

[...] él lo llamaba el volley-book, armaba pequeños grupitos de dos o tres chicos, y les repartía a cada grupo un libro de autor diferente. Después hacía dos o tres preguntas cuyas respuestas podían encontrarse en los libros. Qué sé yo... del estilo: “cuál es la fórmula para calcular el volumen de...” así, ¿entendés?, preguntas fáciles y puntuales. Cada grupo empezaba a buscar en su libro. Y no habían pasado ni tres minutos que ¡se los sacaba!, sí, a cada grupo le retiraba el libro, los alumnos no entendían qué pasaba... y les daba el libro del vecino. Como en el voleibol, una rotación. Imaginate, un grupo, por ejemplo, había llegado casi a encontrar una respuesta. Sabían que estaban en el capítulo indicado para encontrarla, estaban cerca... y ¡zas!, de vuelta a empezar. A los tres minutos, lo mismo. Había pibes que se peleaban, que no querían devolverle el libro, que lo puteaban —Marcelo se movía, estiraba los brazos, se paraba, se sentaba, ponía los gestos y las voces necesarios porque, era obvio, aquel relato lo vivía—. Pero Herbert era inflexible: a empezar de nuevo con un libro distinto. Después de 6 o 7 vueltas, antes de que ningún grupo recibiera el mismo libro con el que había arrancado, cortaba el juego y empezaba la discusión. Si la mitad había encontrado la mitad de las respuestas —me explicaba—, es decir, un cuarto de éxitos... el juego había salido bien. Te aseguro que los pibes transpiraban, Rolando. Durante el juego lo odiaban, pero también lo amaban. La primera vez que se lo vi hacer, me explicó: “¿Viste?, parece un fracaso, sólo un 25% de aciertos... pero aprendieron otras cosas más importantes... ¡que los libros tienen índices!, que hay distintos tipos de índices, que no todos los libros llaman de la misma manera a las mismas cosas ni dicen las mismas cosas de un mismo objeto, que hay libros más fáciles y libros más difíciles... y que cualquier libro puede ser divertido... y no es broma, no para estos chicos que no leen, que sólo miran televisión”.

 
 
 
 
 
 
   
Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jun-13. Buenos Aires, Argentina.