Las enseñanzas del Maestro Ciruela
Horas de vuelo y el descanso reparador
Siempre les digo a mis estudiantes que el aprendizaje de las ciencias tiene un parecido muy grande al del piloto de vuelo. No se llega a ser un buen piloto sin horas de vuelo. No basta con conocer toda la teoría, hay que practicar y practicar. Y es en esa práctica en donde la teoría adquiere su razón de ser. La ejercitación en matemática, física, química y cualquier otra ciencia natural o formal en la que la ejercitación es un componente importante, es el equivalente a las horas de vuelo. No basta con resolver bien un ejercicio, hay que resolver correctamente y en tiempos razonables decenas de ejercicios equivalentes, idénticos, repetición tras repetición, parecidos, con diferencias sutiles, con pequeñas trampas, y en distintas variaciones. Con la perseverancia se adquiere la licencia para el biplaza, luego el cessna, después el jet, la de cabotaje y finalmente la de piloto internacional.
En general los estudiantes comprenden rápidamente (muchas veces a costa de fracasos) que las horas de vuelo son importantes para triunfar en un examen.
Pero también hay que advertirlos sobre este detalle: está prohibido internacionalmente que un piloto tome el comando de una nave sin haber pasado por un mínimo de horas de descanso y relax. No es que las leyes duden de la idoneidad de los pilotos acreditados. Es que se sabe que sin esas horas corridas de distracción y reposo lejos de los comandos, y previas al vuelo, las probabilidades de error humano y accidente crecen peligrosamente.
Con el estudio pasa lo mismo. Nuestros estudiantes suelen tomar los días anteriores a los exámenes como horas salvadoras para acrecentar el conocimiento necesario. Muchos las explotan a costa del descanso. Hay que recomendarles fervientemente que no lleguen al examen mal dormidos, mal descansados, atiborrados de presiones y alarmas a las que la ejercitación los somete.
Cuando yo era estudiante (lo cierto es que lo sigo siendo) solía juntarme con mis compañeros el día anterior al examen a "charlar la materia". Ya no resolvíamos ejercicios, ni leíamos teoría. Sólo charlábamos -abiertamente y sin agenda- de los temas en los que seríamos examinados. Ese encuentro de charla distendida y de intercambios de saberes y entendimientos suele ser muy fructífero. A menudo es ahí donde catalizan los conocimientos que estaban amontonados con el apuro. En esa reunión los saberes se clasifican, se sintetizan, se ordenan, se sacan cosas en limpio, se despluman.
Aún el sueño, después de esa reunión placentera, es importante para rendir satisfactoriamente en el examen. Llegar sin dormir es un boleto a estrellarse. Pero el sueño tiene un efecto similar al de la reunión de "charla informal". La reelaboración ocurre sola, las cosas cambian de lugar, se acomodan, las piezas empiezan a encajar unas con otras y se potencian.
Por último, mi amigo, estas recomendaciones tienen un beneficio adicional. Nunca falta el estudiante que por hacerle caso se queda dormido, y eso redunda en un examen menos para corregir. No es poca cosa.
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