Las enseñanzas del Maestro Ciruela
La Filosofía ha muerto

Hace muy poco leí en un libro de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow: "... la Filosofía ha muerto. La Filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda del conocimiento."

Ya hace más de 50 años Charles Percy Snow, científico y novelista, había diagnosticado en su discurso Las dos culturas -en referencia a los intelectuales provenientes de las ciencias duras, por un lado, y los provenientes de las disciplinas humanísticas, por el otro- que existía un divorcio entre ambas, que el diálogo era imposible y que los pertenecientes a la corriente literaria habían perdido el tren de la búsqueda del conocimiento.

Yo pienso que la Filosofía no ha muerto, que además es útil y necesaria. Y que debe haber muchos filósofos en el mundo que trabajan y publican obras de gran utilidad. Lamentablemente conozco a muy pocos: Mario Bunge, Gustavo Romero, Michael Ruse, Daniel Dennett...
Lo que me resulta innegable es que mayoritariamente (en abrumadora mayoría) los filósofos modernos no pueden aportar nada al conocimiento, y -lo que es peor- en casi todos los casos aportan al desconocimiento, cuando no al oscurantismo.

En la formación de los filósofos actuales, por norma, los estudiantes se dedican a estudiar la historia de la filosofía y de eso suelen salir sabiendo toneladas, y se hacen expertos en clasificar a los pensadores -cada uno- dentro de una corriente filosófica muy bien caracterizada. Pero no se forman en la resolución de los problemas filosóficos, ni siquiera en su investigación.

Todas estas preguntas: cuál es la naturaleza de la realidad, qué puede plantearse acerca de la creación del universo, qué es el tiempo, por qué el universo se comporta como se comporta, qué es el libre albedrío, qué abordajes para estudiar la mente son apropiados y tantas otras... son cuestiones filosóficas, y es imposible abordarlas seriamente y producir conocimiento, si no se conoce el objeto de estudio con profundidad. No basta con versiones divulgativas de los asuntos que generalmente son distorsionadas, o simplificadas, o superficiales, o llenas de metáforas engañosas. Si los nuevos filósofos no quieren tomarse el trabajo de aprender las ciencias duras para conocer correctamente los asuntos sobre los que luego pretenden discutir, allá ellos, están en su derecho.

Lo que me subleva es que muchos de estos intelectuales que optan por quedarse con las apariencias no hagan más que sanata y se protejan de quedar al descubierto escribiendo en lenguajes confusos, rebuscados, ilegibles, tramposos. En un párrafo famoso el psicoanalista francés Jacques Lacan -que tuvo gran influencia en círculos filosóficos- cerró un capítulo diciendo: "si usted ha comprendido seguramente está equivocado". Quienes adoptan ese lenguaje son impostores, sus escritos intentan disimular la falta de contenido o la falsedad con terminología innecesariamente complicada, con sintaxis dificultosa o incorrecta y para colmo -como en el caso de Lacan- hasta parecen solazarse en ello tomándonos el pelo.

Suelo estigmatizarlos con esta frase: Me encanta hablar del Teorema de Gödel, pero no tengo idea de lo que es una derivada.

Sanata: guitarreo desafinado.
 
   
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