Las lecciones del Maestro Ciruela
Explicaciones reiteradas
Tengo colegas que no se molestan por tener que explicar las cosas una vez más, dos veces más, tres, cuatro, diez... todas las veces que el alumno se lo pida... y sin mosquearse, sin el menor gesto de sorpresa, incomodidad, molestia, hartazgo. Estos colegas -a los que deberíamos levantar un monumento- lo cuentan con orgullo, y no es para menos. Pero están equivocados.
Hasta una segunda vez repita una explicación. No más. Que la segunda -va de suyo- no sea un calco de la original: ha de buscarse una frase diferente, con más apoyaturas, un enfoque alternativo, un ejemplo distinto... obviamente. Pero si el alumno sigue sin entender y solicita una nueva explicación, usted debe negársela. Y no porque sea ortiba.
Los motivos son dos. Primero: recuerde que usted está dando clase para un grupo, del cual usted es parte. La clase tiene una dinámica, un ritmo, una velocidad... un argumento, un hilo conductor. Tal como esos profesores que se van por las ramas y no pueden concluir una idea, confundiendo a la audiencia y exasperando a los estudiantes, el que corta el hilo para explicar muchas veces una misma cosa corre el riesgo de hacer lo mismo. El ritmo decae, una buena porción de la clase se distrae (cuando no, también, se exaspera por la falta de entendederas del repreguntón), otros aprovechan para dedicarse a otros asuntos, y después... vaya usted a rescatarlos.
El segundo motivo es el siguiente: nadie aprende nada de una vez y para siempre por habérselo escuchado a usted, por claro y preciso que haya sido. Los conceptos (sobre todo aquellos conceptos operativos con los que los docentes de ciencias nos las tenemos que arreglar) se aprenden cuando se usan, cuando se acompañan con otros, cuando se contrastan, cuando se logran inferencias a partir de ellos.
De modo que la mejor estrategia después de haber explicado algo por segunda vez y ante la solicitud de una tercera es ésta: -mirá, chabón, no te amargues, ya sé que no entendiste. Pero date tiempo, tratá de seguir la clase bancándote esa duda. Varios de tus compañeros tampoco lo entendieron pero no se animaron a preguntarme como vos. Creeme que en breve, cuando empecemos a usar esto que no te cierra, te vas a dar cuenta de qué pito toca, a qué me refiero, para qué sirve, de qué juega. Si te parece seguimos adelante y cualquier cosa después lo retomamos. ¿Te parece?
Por supuesto que a partir de ese momento en el resto de su discurso hará múltiples alusiones al concepto conflictivo. Y en no pocas ocasiones deberá preguntarle al preguntón (y a todos, pero más al preguntón) cuestiones que hacían al concepto no entendido.
De más está decirle, mi amigo, que alguna maldad adicional habrá que pergeñar contra el insufrible. Todo tiene su límite, e importunar al profe no es gratis.
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