Las lecciones del Maestro Ciruela
Profesores divulgadores
Uno de los males más acuciantes de nuestra educación es la falta de formación científica, que deviene en lo que llamamos -un tanto peyorativamente- analfabetismo científico de la población.
La responsabilidad sobre este analfabetismo recae en buena medida sobre los profesores de ciencia de la enseñanza secundaria. Pero la mayor dificultad que tienen los docentes para revertir este problema es que la gran mayoría de ellos está incapacitada para resolverlo. Su formación es muy deficiente en este aspecto, y el resultado es que muy pocos saben lo que es la ciencia, cómo funciona, de qué se ocupa, en qué consiste.
La única forma de tener una oportunidad para cambiar esto es hacer una modificación en los planes de estudio de nuestros profesores de ciencia. Varias de las materias inútiles en el currículo del profesorado (a veces inútiles y a veces directamente nefastas) deberían ser reemplazadas por materias que los inserten en la ciencia, que les permitan conocerla y entenderla. Le doy algunas ideas:
Clases con invitados. Un científico por semana, se lo invita a dar una charla, se pacta el tema, se lo bombardea a preguntas; el resto de las clases de la semana se analizan las respuestas.
Visitas a laboratorios. Excursiones guiadas a los laboratorios científicos. No una o dos, sino un plan anual, con preguntas pautadas, con observaciones sistemáticas.
Visitas a las universidades donde se enseña ciencia. Asistencia como oyentes a varias clases. ¿Cuáles son las diferencias con las materias del profesorado?
Asistencia a congresos científicos. Con una o dos asistencias alcanza. Cómo funcionan, de qué se habla, para qué sirven. Es muy común en estas reuniones la presencia de observadores, periodistas, y de otras personas que no participan directamente en el intercambio de conocimientos. Los estudiantes de profesorado serían muy bien recibidos.
La comunidad científica está abierta a este vínculo fecundo que redundará en beneficios para toda la comunidad. Un profesor que no sólo conoce las leyes de la naturaleza, sino también el modo en que se conocen, podrá convertirse en un buen divulgador y, seguramente, en remedio eficaz contra el analfabetismo científico.
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