Las enseñanzas del Maestro Ciruela
No invirtáis la carga de la prueba:
evita darle un crédito a Horangel

Un colega y amigo mío, un poco harto de las idioteces astrológicas que cada vez interesan más a los argentinos, realizó en su curso un sencillo cálculo: ¿qué afectaba más al recién nacido, la estrella más cercana o la partera más menuda? No es difícil hacer las cuentas. La estrella más cercana a la Tierra, después del Sol, es Próxima Centauri, que está a unos 40 billones de kilómetros (4 x 1016 m) y que tiene una masa de 4 quintillones de kilogramos (4 x 1030 kg), más o menos. La masa de la partera más flaquita no puede bajar de 40 kg y suele pararse a 1 metro del bebé antes de atajarlo. Supongamos que el bebé tiene una masa de 3 kg, aunque el dato es innecesario a los fines de la comparación. Las fuerzas gravitatorias se calculan con la ley descubierta por Newton:

F = G m m´/ d²,

donde G es la Constante de Gravitación Universal que vale 6,67 x 10-11 Nm²/kg². Si hacemos las cuentas para calcular las fuerzas atractivas del bebé con la estrella, y del bebé con la partera, encontramos que la influencia estelar es más de 5.000 veces más chiquita que la de la partera, que a su vez es tan insignificante que ningún bebé ni ninguna partera lo nota.

Estas comprobaciones que hacen mis colegas para divertirse tienen su costado negativo, y yo creo que no tenemos que presentar ese flanco débil. La cuestión pasa porque ningún astrólogo (hasta donde yo sé) dijo que la influencia de los astros sobre las personas sea de tipo gravitatoria. Ni siquiera afirman que sea una interacción del tipo de las fuerzas.

De hecho nada impide que existan formas o mecanismos de acción o comunicación hasta ahora desconocidos por la ciencia. Es más, la información lumínica de las estrellas, que sí se conoce, nos llega tan bellamente como la de la más linda partera. Está probado que la configuración lumínica de las estrellas en el firmamento (en una palabra, las constelaciones) son capaces de guiar a muchas especies de aves en el firmamento. Tan probado está ese asunto que los investigadores son capaces de dirigir a su antojo la orientación del vuelo de algunos pájaros confinados en una cúpula cerrada con estrellitas artificiales en la bóveda. Si las estrellas son capaces de influir de manera tan dramática sobre esos cerebritos plumíferos tan pequeños, por qué no habrán de ser capaces de influir de alguna manera en nosotros.

La importancia del cielo nocturno, incluso, debe tener una marca genética, ya que todas las culturas del mundo y de los tiempos le han dedicado una relevancia preferencial. A mí mismo me ha pasado (que aunque soy aficionado a la astronomía no dejo de ser un bicho de ciudad, rascaciela y smogocienta) que en mis visitas al hemisferio norte no dejaba de sentirme extraño al mirar el firmamento. Por ahí sólo se trataba de que mis lags de viajero eran muy largos, o de que soy fácil de autosugestionar. Lo concreto es que mis colegas no deberían pecar del mismo defecto que los astrólogos: la irracionalidad.

La idea de que los astros influyen sobre nuestro humor y nuestro comportamiento o -peor aún- sobre nuestro destino, es absurda; no porque las fuerzas gravitatorias de los astros sean irrisoriamente inferiores a las del entorno, sino porque la idea misma es ridícula. Y porque tal pretensión no soporta la más inocente corroboración experimental: hasta un niño podría diseñar experimentos útiles para refutar tan porfiada idiotez. Es el solo hecho de que se pretenda excluir la astrología de la corroboración experimental lo que la recluye fatalmente a la irracionalidad. Ese es el quid de la cuestión, y lo digo aunque proteste Newton.

En una oportunidad un jovencito impertinente se paró desafiante en medio del aula y dijo: -Su Excelencia: los físicos no pueden ser tan soberbios de negar la astrología sólo porque desconocen cómo logran los astros influenciarnos. Respiré hondo y busqué ni argumentación menos hiriente: -Pequeño e insignificante imberbe -le contesté pausadamente-. No pretenda invertir la carga de la prueba. Demuestre antes que tal influencia existe y recién entonces nos preocuparemos de buscarle una explicación... ¿Es usted de escorpio, mocoso? Vuelva en marzo. Se lo aconseja el horóscopo.

 
 
Muchas formas podría tener la influencia de los astros sobre nuestro comportamiento y nuestro destino. Pero no hay que buscarlas, ni descartar ninguna... porque no hay ninguna evidencia de que tal influencia exista.
 
  
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