Ocurre que los profesores, quién sabe debido a qué designio de nuestro cableado cerebral, tenemos la irrefrenable costumbre de dibujar los planos inclinados muy parecidos a éste: o sea, cercano a los 45 grados. Para poder hacer operaciones físicas, los estudiantes tienen que saber qué ángulo de los que el peso forma con sus componentes (el verde o el amarillo) es igual a α, el de inclinación del plano. Recién ahí van a poder decidir si multiplicar por seno o coseno para hallar el valor de las proyecciones del peso.
Cierto es que los educandos deberían ser capaces de resolverlo apelando a rudimentarios conceptos de geometría que se enseñan en la escuela primaria. Pero habitualmente no lo logran. Y a ojo es imposible distinguirlos; son tan parecidos...
Lewis Carroll, el autor de Alicia en el país de las maravillas, además de clérigo aficionado a las matemáticas y a las niñas bonitas, solía decir que las relaciones geométricas y matemáticas no siempre obvias suelen resultar más claras -y evidenciarse- en los extremos, en el infinito, en los lugares exagerados. Miremos si no el caso anterior, pero con un plano inclinado muy pero muy poco inclinado o muy pero muy empinado. |