Las lecciones del Maestro Ciruela
Ausencias inadmisibles
Supóngase que usted decide ir al teatro a ver una obra unipersonal. Compra las entradas por internet, viaja al centro, paga un estacionamiento, hace una cola en el hall, y se sienta en la butaca. Aparece en el escenario un empleado del teatro y les dice escuetamente que ya se pueden retirar porque el artista no va a concurrir... sin la más mínima explicación sobre la ausencia, ni el menor esbozo de un pedido de disculpas, ni un anuncio de devolución del costo de la entrada. Sin el menor atisbo de vergüenza. Demencial, ¿no es cierto?
Sin embargo eso es exactamente lo que ocurre a diario en las escuelas primarias y -sobre todo- secundarias de mi país. Es inexplicable que el pueblo haya consentido esta práctica. Se presenta el preceptor y les avisa: chicos, el profesor no viene, se pueden ir a sus casas.
Usted ya sabe: yo soy docente y trabajo en una universidad pública. En mi cátedra es impensable que algo así ocurra. Los estudiantes no pierden una sola clase. La institución funciona de tal manera que si un docente se ausenta siempre está previsto que otro lo suplante.
La única excepción admitida a esta regla de oro es la de la medida de fuerza, el paro, la huelga. Aún así somos muchos los docentes que no nos borramos sino que asistimos para dar la cara, para dar explicaciones, para mostrar nuestra responsabilidad e invitar a los estudiantes a que tomen conocimiento y partido sobre la cuestión en disputa.
Que los estudiantes sean plantados es cosa inadmisible. Y que si eso ocurre usted se quede cruzado de brazos es demencial.
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