Las lecciones del Maestro Ciruela
Arcoiris del amor
Una de las consultas más frecuentes que me formulan respecto al amor indaga sobre mis sentimientos propios o los de otras personas que han estudiado el sexo evolutivo y conocen los orígenes, los porqués y los mecanismos de esa emoción tan hermosa. Es cierto, a veces entender la naturaleza humana produce alguna incomodidad, como si le quitáramos a los sentimientos cierta magia, cierta esencia sin la cual el amor, por ejemplo, dejara de ser auténtico, o sincero, o se volviera menos intenso, o menos hermoso. Como si perdiese hechizo.
No puedo hablar más que por mí, pero tengo dos argumentos que comparto con muchos investigadores y que apuntan en la misma dirección. Para empezar, la misma inquietud despiertan no sólo los sentimientos y sensaciones que la ciencia ha comprendido y se conocen las causas, los mecanismos y las consecuencias, sino para todo un abanico de fenómenos biológicos o físicos que se nos presentan como maravillosos sin necesidad de entenderlos. Casi todos los científicos consultados sobre este asunto -y me incluyo- afirman que entender esos fenómenos no les ha quitado admiración ni asombro ni embeleso sino al contrario, que la maravilla no se menoscaba sino al contrario, gana más encanto, se agiganta. Un excelente libro de Richard Dawkins que súper recomiendo aborda esta problemática de lleno. Se titula Destejiendo el arcoiris y el propio nombre lo pinta.
El segundo motivo es que por más conocimiento que tengamos sobre un fenómeno biológico como el amor, cuando lo vivenciamos no deja de ser un asunto de nuestros sentimientos no de nuestro intelecto. Es nuestro sistema emocional el que se dispara, el cerebro profundo, no el neocórtex. El mensaje con que nuestro cerebro nos impregna es el mensaje arcaico del amor, lisa y llanamente. Nadie hace un cálculo sobre conveniencia para la maximización del traspaso de nuestros genes (aunque sapamos que el cerebro sí lo hace silenciosa e inconscientemente), apenas si somos capaces de darnos cuenta de que algo nos está pasando, mientras que el efecto profundo en nuestras emociones es un terremoto.
Lo que percibimos son nuestros deseos, sin importar cuál fue la historia evolutiva que nos dotó de ese tipo de deseos. Conocer esa historia y su lógica, en nada puede cambiar el deseo.
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