Las enseñanzas del Maestro Ciruela Docencia,
la profesión más antigua del mundo
Todas las escuelas pedagógicas le cargan diferentes cuotas de cualidad docente al
histrionismo, la elocuencia, la claridad, la oratoria, la didáctica, etc. Pero
pocas o ninguna hacen hincapié sobre una de las características más importantes
de la calidad docente que es, además, una de las fundacionales de la conciencia
humana: la conciencia del otro.
Se trata de algo que adquirimos hace por lo menos un millón de años (y que, dicho sea de
paso: no sé cuándo extraviamos). La conciencia del otro, que en ciencias cognitivas recibe el nombre de teoría de la mente, es la conciencia que se tiene de la mente del otro. Es probable que haya sido una necesidad vital de nuestros ancestros y que de ahí -y no al revés- haya surgido la conciencia propia.
La pregunta "qué percepción tendrá el otro de mí", "qué estará
pensando el otro en este momento", "qué hay en su cabeza ahora",
formulada como haya sido formulada, esa pregunta es uno de los pilares de la conciencia
humana.
Cuántas veces escuché a un docente explicar un concepto difícil,
y en medio de la explicación aparecían dos o tres conceptos más difíciles aún,
alguno de los cuales sólo se abordaba criteriosamente con el auxilio de aquél
que querían explicar al comienzo. El verdadero docente es capaz de meterse en la mente de
sus alumnos y hacer avanzar los procesos cognitivos exclusivamente con los elementos
que hay ahí dentro.
-Profe, ¿qué es la masa?
-Muy sencillo, chaval,
la masa es el cociente entre la fuerza y la aceleración que adquiere un cuerpo...
o sea, pequeño imberbe, una medida de la inercia. Ahora, si tú hablas de
la masa gravitatoria...
-¿...?
La cuestión no es fácil, pues las
preguntas de los jóvenes educandos suelen meternos en bosques en los que para
salir hay que hacer uso de todas la astucias. Pues mire, mi buen amigo, no se trata
de que usted salga: se trata de que salgan ellos, y sus astucias tal vez los sumerjan
más y más en la oscuridad. Si no le sale espontáneamente... deténgase, reflexione. Intente recordar qué pensaba usted cuando tenía la edad de sus alumnos. Haga un esfuerzo por imaginar qué pueden estar entendiendo, qué cosas erróneas tienen todavía en la cabeza y hay que sacar, qué mecanismos no tienen todavía y hay que poner. Procure salir con las herramientas de ellos, con los pensamientos de ellos y, si lo
logra, llenará de luz sus corazones.
Y además podrá sentirse muy humano pues ser
docente, tener conciencia del otro, interpretar la mente del alumno, es la profesión
más antigua del mundo... ¿o usted cuál creía? |