Las lecciones del Maestro Ciruela
Fuerzas conservativas, pero amarretas
Voy a confesar un renuncio. La física puede, por qué no, hacer concesiones a los pobres de espíritu. Resignar una cuota de su bien ganada excelencia dejando al descubierto alguna de nuestras miserias. Muchas veces, esas miserias, son las que más fácil se aprenden.
Antes les decía que una fuerza conservativa era aquella cuyo trabajo no dependía de la trayectoria sino de las posiciones inicial y final, y que ése era un buen método para reconocerlas. Si estaba inspirado deslumbraba a mis alumnos con el siguiente trabalenguas: que el trabajo que realiza una fuerza conservativa a lo largo de una trayectoria cerrada es nulo, de lo cual era fácil inferir lo anterior.
Pero si otro día estaba decidido a pasar a la inmortalidad, entonces les decía que aunque ellos hoy no pudieran entenderlo, les confesaría la verdad, casi un secreto que tenemos entre los genios: que las fuerzas conservativas eran aquellas que podían derivarse -y pronunciaba esa palabra con el tono misterioso de rigor- de una función potencial, algo así como un campo mágico de fuerzas, incomprensible para legos.
Juro que sólo lo hice en contadas ocasiones. Por el contrario, lo común era que cayera tan pero tan bajo que les dictaba la lista y ya: las conservativas son tal y tal, las no conservativas...
Pero un buen día dije basta. Basta de enciclopedismo, del escolar y del erudito. Basta de conocimiento críptico, aunque excelso. Desde entonces les cuento esta chantada: que las fuerzas conservativas son aquellas que para ejercerse no implican gastos de ninguna especie. Las no conservativas, al actuar, gastan algo. Lo que sea, pero algo se gasta.
Y por el fondo suele escucharse... "¡ah!, ¿¡era eso!?"
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