Estela Barnes de Carlotto, Presidenta de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
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Las enseñanzas del Maestro Ciruela
Verdad científica y abuelidad
Las Abuelas de Plaza de Mayo son un ejemplo de ética, de conducta, de perseverancia y de inteligencia... para todo el mundo. La lección de dignidad que le están brindando a la humanidad no tiene parangón en nuestra historia argentina.
Pero esta lección no se agota en el ámbito de la justicia. Las Abuelas, como si fuese poco, nos están diciendo que la verdad es un valor por encima de cualquier otra cosa. Que la verdad no admite discusiones, que la verdad no admite matices.
Los estudios de identidad realizados por técnicos, utilizando conocimientos científicos desarrollados ex profeso para probar la abuelidad sobre una víctima privada de su identidad, concluyen -en los casos positivos de inclusión familiar- una probabilidad de 99,99% y a veces un poco más. Pero nunca una certeza completa.
Con ese elemento más otras evidencias circunstanciales, como una actitud evasiva de los cuidadores (probablemente apropiadores), un juez de la Nación puede -y debe- dictaminar si la filiación está probada más allá de toda duda razonable y restituir la identidad del nieto secuestrado y devolverlo a su familia biológica.
La verdad es simplemente eso y no hace falta nada más. Si por los filósofos relativistas fuese, ese porcentaje que falta para la certeza absoluta alcanzaría para invalidar la pretensión de verdad. Peor aún, habría que admitir que los apropiadores de niños (y asesinos de padres) también tienen su verdad. Así, la restitución sería imposible, no habría esperanza de justicia y la sociedad no merecería ser vivida. Por suerte la legislación argentina está a salvo de esa absurda pretensión de equiparar verdad lógica (un asunto para filatélicos) con verdad verdadera (un asunto sencillo, humano y científico).
La ciencia avanza, como las Abuelas, porque busca la verdad, y porque la encuentra.
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