Tonterías
No vacune a su hijo
(y se las verá conmigo)

Me da mucha pena leer o escuchar a la gente diciendo pavadas sobre cierto descrédito sobre la ciencia y la medicina, o propalando las bondades de la homeopatía, la orinoterapia, la aromoterapia, la curandería, la medicina naturista y cuanta gansada aparezca en una nueva ola new age.

Pudiese ser que haya cierto reducto argumental al que podríamos recurrir: que hagan de su vida lo que se les cante. Pero no es verdad, no hay excusa, porque no se trata sólo de lo que hacen con su cuerpo: esa prédica constante de delirios termina afectándonos a todos, concierne a la salud pública.

Es intolerable, por ejemplo, la prédica anti-vacunación. Nada en la historia de la humanidad ha salvado tantas vidas y morigerado tanto sufrimientos como las vacunas y los antibióticos. Sin embargo hay una epidemia de idiotez e ignorancia que crece en el mundo por la que muchos padres se niegan a vacunar a sus hijos. Esos padres irresponsables nos están haciendo un daño potencial incalculable.

El éxito de la lucha contra la enfermedad epidémica no depende exclusivamente de la eficacia de la vacuna. Depende mayoritariamente de la inmunidad poblacional. Ninguna vacuna es ciento por ciento exitosa individualmente hablando, no hay certeza de que genere inmunidad en cada uno de los individuos vacunados. Lo que nos protege de las enfermedades es fundamentalmente la inmunidad poblacional y la baja probabilidad de contagio. Eso se logra exclusivamente manteniendo baja la incidencia de la enfermedad en la población.

No sólo está probada la eficacia de la vacunación a nivel poblacional. También está probado el riesgo de rebrote cuando los pueblos relajan sus conductas sanitarias. Si le molesta el pinchazo, o le molesta pensar que alguna multinacional está haciendo un negocio, o lo inquieta cualquier otra teoría conspirativa, sepa que cuando usted decide no vacunar a su hijo le está haciendo un daño al mío, y no estoy dispuesto a permitírselo.