Tonterías
ESA MIRADA LOBUNA

Fue un episodio cortito, un flash, un breve descubrimiento... pero con esa sensación inconfundible de haber encontrado un diamante en bruto. Fue apenas unos minutos después de que empiece a subir el voltaje del deseo. De golpe vi sus párpados semicerrados, y que su mirada cambiaba de repente... una mirada diferente, desarmada, medio perdida, que -para ser sincero- ya le había visto muchas veces anteriormente pero que nunca -hasta ese momento- me había dado cuenta de que ponía delante mío una revelación de estremecedora trascendencia.

Pero en verdad no era sólo una cuestión de la mirada, era también que la frente se relajaba y las cejas se distendían como gatos durmiendo despatarrados... era un cambio general del gesto: de golpe se borraban los hoyuelos y las mejillas se aflojaban misteriosamente, y los labios adquirían una blandura especial, sugerente, apetecibles como fresas bañadas en almíbar... no es fácil describir la composición entera, porque pese al vuelco a la ternura había ahí un componente inquietante, un sutil gesto lobuno, de fiera hambrienta, una fuerza descomunal escondida en las mandíbulas que decían cómeme (mi chica habla en limeño), que yo te comeré, bésame y te devoraré a besos. Un aire de loba salvaje que con los ojos te indica que puedes hacer con ella lo que quieras, que se entrega totalmente, resignada, sumisa, dócil... pero que a cambio te dejará rendido, despedazado, finiquitado, muerto, sin aliento, sin alma.

No sé -ahora que lo pienso- cómo hice para sobrevivir las veces que hice frente a esa expresión tan temiblemente lobuna, pero sí sé que esa vez, como un flash, alcancé a leer su significado más profundo, porque tras ese rostro de mujer tan diferente, tan erótico, supe descubrir -como si de golpe sus facciones se hiciesen transparentes- el gesto más sutil, más hermoso, tierno, arrollador y mortal: el indiscutible semblante del amor verdadero.

 

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