Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual

Genes y comportamiento

Resulta increíble que todavía existan profesionales que nieguen la influencia de los genes en el control del comportamiento, en el reflejo de nuestra conducta. Tal vez piensan que la información que hay en los genes sirve sólo para fabricar anatomías. Preste atención a estos dos ejemplos.

El estornudo es una acción muy compleja. Tanto que todavía no hemos podido resolver ni su función ni su fisiología ni su nada. Es muy poco lo que sabemos del estornudo. Pero hay un bichito que sí lo sabe y guarda esa sabiduria en algunos de los pocos genes que tiene. El virus de influeza, un organismo muchísimo más sencillo que un neurólogo, es capaz de ingresar al organismo de una persona, meterse en su cerebro, hacer los ajustes necesarios en las conexiones nerviosas que manejan músculos de la cara del tórax y el diafragma, organizarlos para que actúen coordinadamente y obligar a la persona a estornudar. Un genio el tipo... ¿y para qué lo hace? Porque simultáneamente en otros tejidos -las mucosas respiratorias- obligó al resfriado a trabajar para él en la fabricación de nuevos viriones, y cuando el tipo estornuda los esparce por el ambiente en el que casi con seguridad van a capturar una nueva víctima. El estornudo del refriado es parte de la estrategia reproductiva del virus.

Otro bicho un poco más complejo que el virus es la bacteria espiroqueta pálida, causante de la enfermedad de transmisión sexual de la Sífilis. Esos bichos tienen más genes que un virus, pero tampoco tienen cerebro ni neuronas ni nada que se le parezca. Son bacterias, son unicelulares. Pero fíjese lo que son capaces de hacer. Si nos contagiamos, la bacteria se reproduce dentro de nuestro organismo y algunos individuos migran hasta nuestro cerebro, y allí: arman una fiesta. Son capaces gobernar nuestro deseo sexual, haciéndolo mucho más potente de lo que es habitualmente (imagínese), sofrenando nuestras inhibiciones para que nosotros busquemos más encuentros sexuales y más parejas sexuales. Es capaz de transformar al más mojigato o mojigata en un ser desenfrenadamente promiscuo. ¡Acciones complejas, mucho más que estornudar! ¿Cómo hacen estos bichos para manejar y dominar nuestras emociones? No lo sabemos, pero no me diga que no son unos genios. La información para convertirnos en sus esclavos está en sus genes. Y lo hacen para encontrar nuevas víctimas a las que infectar. Nuevamente, se trata de una estrategia reproductiva.

Hay casos reportados en el que la cura con penicilina se logra casi totalmente: el paciente deja de tener síntomas y la sangre se limpia y ya no contagia más... ¡pero su deseo sexual exacerbado continúa a lo loco!

Nadie niega (y los biólogos menos) la facultad humana de modelar su conducta gracias a las pautas sociales... Cuando el estornudo está por llegar podemos hacer un esfuerzo sobrehumano y refrenarlo, o cuando vemos que hacemos daño con nuestra actitud sexual podemos recurrir a un médico para pedirle ayuda. Pero de ahí a negar que los genes tienen la capacidad de gobernar en cierta medida nuestro comportamiento, en el siglo XXI... es lisa y llanamente falta de información.

 

Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización mar-16. Buenos Aires, Argentina.