Material de apoyo a las
Clases de Educación Sexual

Amor

El amor es la emoción más bella que engalana el universo de sentimientos humanos. Probablemente haya nacido como el pegamento que el contrato sexual necesitaba para mantener una pareja unida al menos por el tiempo suficiente para a crianza de un niño hasta lograr su relativa independencia de los padres. El modo tan particular en el que los humanos vivimos el amor justifica que le pongamos un nombre distintivo para el del resto de las especies: lo llamaremos amor romántico. En él se diferencian dos etapas: la primera –del enamoramiento y el deseo sexual–, y la segunda –del apego–. La primera es la universal, la del cóctel explosivo, la de la persecución, la del desenfreno, de la euforia, de la necesidad terrible, del erotismo exacerbado. La segunda etapa que llega al mes, o a los dos meses, o al año y se caracteriza por una disminución del deseo y un aumento –o aparición– de otros sentimientos como la tranquilidad, el compañerismo, la confianza, el cariño, la tolerancia, el deseo de permanencia.

Un aspecto interesante del asunto es que la investigación sobre el amor ha alcanzado niveles de detalle significativos. Se conoce perfectamente la composición de cóctel de neurotransmisores que enjugan ciertas partes de nuestros cerebros en cada una de las etapas. En la primera son básicamente cuatro: testosterona, dopamina, adrenalina y serotonina. Se conoce también qué ingrediente emocional incorpora cada una para lograr esa maravilla, en qué proporción aparecen en cada uno de los sexos y en qué momentos precisamente. Tenemos que saber y admitir que en esto no somos muy diferentes al resto de las especies de mamíferos que pueblan la Tierra. En la segunda los neurotransmisores estrella son la oxitocina y la vasopresina que, aunque esporádicamente, suelen aparecer también en la primera.

Otro aspecto más interesante aún es que no solo se identificaron los neurotransmisores implicados en el amor romántico, o sea la fisiología, sino que también se avanzó mucho en la genética del amor, sobre todo en la distintiva de nuestra especie, la segunda etapa, el apego. Los avances preliminares sugieren que la fidelidad, y de alguna manera, la posibilidad de éxito de la segunda etapa, está codificada en un gen que si bien no es determinante en nuestra conducta puede tener cierta incidencia.

Menciono esto por varios motivos: nos muestra que las fronteras de la ciencia se corren día a día, que el avance del conocimiento impone a la sociedad nuevas responsabilidades, que el compromiso de científicos, divulgadores y docentes para con el resto de la sociedad debe crecer al mismo ritmo del conocimiento.

 

Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización mar-16. Buenos Aires, Argentina.