Anteojos oscuros y los parasoles
–Te
presto los míos –me ofreció Charly sacando del bolsillito un precioso par de
anteojos oscuros.
–No, gracias, esos no sirven.
–¡Cómo que no sirven! Tienen unos cristales excelentes, son carísimos, el color es buenísimo... ¡qué
te pasa!
–No te ofendas, Charly, son muy bonitos, y seguro que te quedan muy
bien... pero no sirven para manejar.
–Yo manejo con estos y sí que sirven...
me parece que vos tenés un pedo en la cabeza.
–No, no sirven y no hay duda
de ello. Escuchá. El problema es la forma. Los anteojos oscuros para manejar tienen
que ser envolventes, tienen que tapar también la entrada de luz por los costados.
–Sí... ¡y parecés una mosca!
–Bueno... creeme que cuando me pongo anteojos
para sol mientras manejo lo hago para manejar más cómodo, mejor. Cuando me pongo
anteojos oscuros para levantar chicas, entonces uso como los que tenés vos.
–A
ver... ¿Cuál es la diferencia?
–Bien, la cosa funciona así, prestá atención.
El ojo es un artefacto automático que regula la luz que le entra. Si lo que estás
mirando es muy luminoso y te enceguece o te incomoda y no lo podés ver bien, entonces
automáticamente se cierra la entrada, la pupila, y deja entrar menos luz y el
objeto de tu atención (en este caso la calle, el tránsito) se ve mejor. Por el
contrario, cuando la escena que mirás es muy oscura tus pupilas se dilatan haciendo
que entre más luz a tus ojos y puedas ver mejor. Es todo automático, vos no tenés
que preocuparte por el asunto.
–O sea que los anteojos oscuros no sirven para
nada.
–No te apures. La cosa sigue así. Cuando una escena es demasiado luminosa
no basta con que la pupila se cierre al máximo, aún así la visión resulta incómoda,
y entonces te ponés los anteojos oscuros. La escena se oscurece pero las pupilas
se dilatan lo necesario y la visión vuelve a ser cómoda. Pero si usás anteojos
comunes con cristales de tamaño normal que dejan entrar luz por los costados,
esa luminosidad lateral que no pertenece a la escena que a vos te interesa hace
que tus pupilas se cierren como si estuvieras mirando sin anteojos. El resultado
es que tus ojos quedan funcionando con menos luz que la necesaria para ver bien,
y podés no ver algo potencialmente peligroso, como un objeto o un movimiento.
–Un plato volador...
–Muy chistoso. El anteojo envolvente reduce uniformemente
la luminosidad y permite que la pupila se acomode exactamente a lo que vos necesitás,
ni más ni menos, y que la visión sea óptima. Así hay que manejar. Y si ves una
chica que te interesa... verla bien también rinde sus frutos... hacés una cita...
y en la playa te ponés tus anteojitos carísimos y petiteros... y bueno, ahí ya
te arreglás solito, Charly.
–"Petiteros"... ¡qué antigüedad!
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Última actualización jun-06. Buenos Aires, Argentina. |