Emergencia moral

ADALIDES DE LA DEMOCRACIA
La democracia es imperfecta. No siempre el sistema democrático es capaz de hacer que el pueblo gobierne, y menos aún lograr que sus representantes gobiernen bien. Pero sigue siendo el mejor sistema.

En la Universidad de Buenos Aires no puede ocurrir otra cosa, ya que su sistema de gobierno -una democracia representativa- es más complicado aún que el nacional: hay división de claustros, hay representaciones no proporcionales... o sea, un lío. No cabe duda de que es perfectible.

Quienes nos interesamos por la vida democrática, la justicia, la solidaridad, la ciencia y la educación vivimos las dificultades del sistema democrático universitario con pasión y esfuerzo. Muchas veces, nos sentimos abrumados. Pero no desesperemos, hay una esperanza: el miércoles pasado llegaron a la Facultad los adalides de la democracia.

Llegaron en colectivo, en camiones o en bicicletas. Llegaron munidos de banderas y verdades, pancartas y cigarrillos. Varios
entraron sus bicicletas al Aula Magna y las encadenaron a esas butacas que alguien puso en ese lugar. Otros se subieron a las butacas que de golpe se habían convertido en tribuna.

Habían venido a presenciar, a manifestarse, ante la sesión del Consejo Superior de la UBA, que entre otras cosas debía aprobar los subsidios para que un montón de becarios recibiera unos magros pesos para subsistir. El interés de los adalides era el conflicto en Ingeniería: su Consejo Directivo destituyó al decano, y ni él, ni sus simpatizantes, ni el propio Rectorado parecen estar conformes. Grito va, grito viene, los ánimos se fueron caldeando. Al nuevo decano de Ingeniería le vaciaron una bolsa de papel picado en la cabeza, arrasaron con las medialunas, se llevaron las botellas de cocacola sin convidar a nadie. Hubo que levantar la sesión. Persiguieron al Rector por los pasillos, rompieron vidrios para abrir puertas y sillones para amedrentar con los apoyabrazos. Toda una fiesta de la democracia.

En realidad no es que hayan venido por primera vez. De hecho en las últimas sesiones del Consejo Directivo, acá en la Facultad, cada 15 días, los adalides nos dan una muestra a escala de sus métodos libertarios. No parecen entender que en el Consejo sólo tienen voz los consejeros, y si algún interesado quiere hacer uso de la palabra un consejero debe solicitarlo al pleno, que acepta o rechaza. No... la iluminación no puede permitirse tanta burocracia: ellos interrumpen, gritan, se burlan, se comportan como la barra brava de Chaca con la diferencia de que allá están lejos de los jugadores y acá están al lado del consejero, arriba del consejero. También te pueden decir por lo bajo: facho, facho, vendido, hijo de puta, y cuando vos te das vuelta y todavía no sabés qué vas a hacer, si les vas a encajar una trompada o si intentarás una respuesta civilizada, te sorprenden con la lente de una cámara de video, y te la ponen delante de la nariz como si estuvieran por grabar un contubernio mafioso.

A veces me cuesta entenderlos... ¿será que el sagrado fin de la revolución proletaria justifica los medios? ¿Será que las instituciones y las normas de convivencia civilizada son sólo una sarta de trabas burguesas impuestas por el imperialismo al único fin de impedir el ascenso de las masas obreras y campesinas?

A todos aquellos miembros de la Facultad que estén interesados en la ciencia, la educación y la realidad, les recomiendo que asistan a alguna de estas reuniones... y que traigan a sus alumnos. Se trata de una experiencia interesante y aleccionadora. Esos hermosos y floridos cartelones que tapizan la Facultad y esos rimbombantes anuncios por e-mail rebozantes de justicia y libertad con que nos aturden permanentemente, llenos de denuncias sobre persecuciones y sobre las aviesas intenciones de la dictadura decanatal, no llegan a pintar con suficiente realismo la idiosincrasia de nuestros adalides. Vengan a conocerlos en persona... y sonría, que lo estarán filmando.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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