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Quién mató a Teresa Rodríguez
Una
sorprendente pericia a cargo de un físico
El 12 de abril
de 1997 la ciudad de Cutral-Co, en la provincia de Neuquén, amaneció conmocionada.
Una pueblada cortaba el paso sobre el puente de acceso. Los manifestantes fueron
corridos por la policía que arremetió efectuando disparos al aire. Pero Teresa
Rodríguez, una empleada doméstica de 24 años, que había salido a comprar el pan,
cayó muerta con un disparo en el cuello. El luto y la indignación no tienen cabida
en la burocracia de los tribunales, pero sí tuvieron lugar las pericias, falsas
acusaciones, un policía detenido, una puesta en libertad por falta de méritos,
apretes y chicanas, lo común en estas lides. Todo presagiaba un destino de olvido
e impunidad como tantas otras veces, hasta que la jueza que entiende en la causa
decidió pedirle colaboración en el esclarecimiento del hecho a un grupo de físicos
que aceptó el desafío.
Rodolfo Pregliasco, doctor de la Universidad
de Buenos Aires, realizaba su trabajo pos-doctoral en el Instituto Balseiro de
Bariloche. La jueza le entregó junto a la documentación tres fotografías y una
cinta con la filmación que Crónica TV había grabado durante los enfrentamientos.
La pieza era fundamental. Dieciséis segundos de nerviosas imágenes abarcaban el
momento desde que el pelotón policial inicia la carga hasta que Teresa yace agonizante.
No se ve nada sustancial: la confusión es absoluta, la cámara va y vuelve, la
imagen es de mala calidad. Un montón de uniformados avanza corriendo desordenadamente
en medio de una lluvia de piedras, los manifestantes retroceden, y la imagen diminuta
de Teresa entra y sale de cuadro, ajena al drama que ya se cierne sobre ella.
El resto del material no aporta demasiado. La bala, en su mortal trayectoria,
había perdido el casquillo y por lo tanto las huellas que el arma le imprime.
El plomo restante había sido negligentemente lavado. Como elemento de prueba,
lo que quedaba del proyectil y la nada eran lo mismo.
En el video esta
todo. Delante del televisor Pregliasco hace play y rewind decenas de veces. Cientos
de veces. No trabaja solo, el físico Ernesto Martínez, reconocido perito, lo acompaña
en la búsqueda. No saben qué buscan. Pero una y otra vez miran el video esperando
encontrar algo, un detalle, un color, una sombra que los oriente. Lo digitalizan.
Analizan cuadro por cuadro, pixel por pixel. Con ayuda de las fotografías realizan
un plano detallado de los hechos. Cada una de las imágenes de los 22 policías,
tienen ahora un número; cada número, una trayectoria; cada trayectoria una ubicación
real. Ahora la escena se transformó en una compleja pero certera coreografía que
los actores repiten una y otra vez con cinemática precisión de 5 centímetros y
10 milisegundos.
Aún así es imposible saber de dónde provienen los disparos,
de qué arma, de qué puño, de qué policía. Y aunque se pudiera, no hay forma de
hacerlo concordar con la caída de Teresa, que justo en ese momento sale de cuadro.
En la oscuridad ve más un ciego Como todo buen científico,
Pregliasco intuía que la información que buscaba estaba delante de sus ojos sin
que pudiese verla. En algún lugar se hallaba la clave. Efectivamente, la información
necesaria existía pero ni él ni nadie podría haberla visto, sencillamente porque
no estaba en la imagen, estaba en el audio. Sólo había que escucharla. La banda
sonora del video resolvía la escena con un detalle mejor que 20 kilohertz; es
decir, más de 20.000 datos de sonido por segundo de video. Había entonces, más
de 320.000 (20.000 x 16) informaciones para analizar. El detalle de este análisis
alcanza la asombrosa precisión de las 5 centésimas de milisegundo. Los físicos
comenzaron por meter el sonido en una computadora y digitalizarlo, y a partir
de ello confeccionaron un audiograma de la secuencia completa del video. Allí
se percibe la voz de la periodista y los disparos. Los físicos sintieron al alcance
su presa, y de ahí en más acecharon con maestría. Al amplificar en detalle el
audiograma de un disparo encontraron que la imagen no era pura. Cada disparo estaba
seguido de 5 ó 6 registros idénticos pero más débiles, retrasados en el tiempo
a espacios irregulares, conformando un patrón de bandas particular. Plegliasco
tuvo una idea brillante: lo que estaban viendo era el registro de los ecos de
cada disparo. Cada estallido tenía un patrón de bandas diferente ya que provenía
de un lugar diferente. De confirmar tal hipótesis cabría la posibilidad de determinar
de qué posición exacta partió cada disparo en cada instante. De ser así, cada
audiograma, como una huella digital, señalaba a un policía y uno de ellos era
el asesino. La apuesta se doblaba.
¿Qué objetos podrían funcionar de pantalla
para hacer rebotar el sonido? La topografía del escenario no era nada alentadora.
Sobre el puente desde el que se efectuaron los disparos no había paredes ni carteles.
Las primeras casas estaban muy distantes como para corresponder con los intervalos
de tiempo de los ecos, según los registros. Sólo restaba considerar los postes
de luz a lo largo del puente, pero nadie daba 10 centavos por ellos. Ni los expertos
en sonido, consultados oportunamente, dieron crédito a los 8 postes metálicos
de 8 centímetros de diámetro como fuente de ningún eco. Pero Pregliasco había
visto "la cara" del asesino y no podía dejarlo escapar. Se fue hasta el lugar
de los hechos. Localizó y trasladó al plano cuanta saliencia o rugosidad existía
en 200 metros a la redonda. Luego, sobre posiciones bien determinadas, hizo explotar
4 petardos cuyos estampidos grabaron en una computadora portátil. Los audiogramas
presentaron el mismo patrón que los disparos, pero ahora, las posiciones preestablecidas
señalaron fuera de toda duda a los postes de luz como los generadores de los ecos.
Elipses e hipérbolas Nunca agradeció tanto el joven físico
haber cursado la interminable geometría analítica como cuando tuvo que resolver
el problema de los puntos de disparo. A partir de los retrasos de los ecos era
posible conocer las distancias recorridas por el sonido. Tomando las desplazamientos
del sonido que van desde el petardo hasta cada lugar de rebote del estallido y
de cada lugar de rebote al micrófono de la cámara se genera una familia de figuras
muy bonitas llamadas elipses. La intersección de las elipses generadas por los
cuatro petardos coincidía con la ubicación de los 8 postes de luz, y los físicos
descorcharon su primera sidra. El camino inverso es más arduo. Habiendo descifrado
la posición de los generadores de eco -los postes de luz- y teniendo las distancias
que van desde el micrófono de la cámara hasta los postes y de ahí al arma de fuego,
ahora se genera una familia de hipérbolas. La intersección de las hipérbolas de
estas familias denuncian la posición exacta del arma. Pregliasco y Martínez mapearon
la ubicación y el instante de cada disparo sobre la planografía de la escena.
Para su sorpresa encontraron que cada disparo coincidía con la imagen de un policía
con su arma tirando. A partir de ahí extraer conclusiones fue más fácil.
Tener
los disparos localizados no significa identificar quién disparó. Pero sabiendo
el instante y la posición en que se produjo cada disparo, información que surge
del estudio del audio, y la posición de cada policía en cada momento, que surge
del estudio del video y las fotografías, es posible superponer los datos cruzando
las informaciones. La superposición da, por ejemplo, que el disparo 14 está a
la altura del policía 18. Uno va al cuadro del video que corresponde a este instante
y el policía 18 tiene un arma en la mano y dispara hacia arriba. Entonces se puede
decir que ese policía hizo el disparo 14, en este caso, al aire. Aplicaron esta
técnica con la totalidad de los disparos y localizaron 11 de los 17. Todos provienen
de la zona en que está la policía. Algunos casos fueron sorprendentes: los peritos
habían visto el video cientos de veces y no habían notado el arma, pero tras detectar
el momento y la ubicación precisos volvieron al video y vieron sin poder creerlo
cómo un policía extraía el arma, disparaba y la guardaba en menos de un segundo.
Habían desarrollado una herramienta verdaderamente poderosa. La primera conclusión
positiva así obtenida fue que no hay evidencia de que haya habido disparos de
otro lugar que no sea de grupos de policías, y que ninguno de los disparos identificados
fue hecho por el policía inculpado en un principio.
El disparo mortal
Para establecer cuál de los disparos, ahora identificados, había sido responsable
de la muerte de Teresa Rodríguez hubo que volver al video. Con ayuda de la computadora
recortaron cuadro tras cuadro aquellos en que aparecía la diminuta imagen de Teresa,
cuidando que el recorte la dejase centrada en la pantalla. Luego reconstruyeron
la película con estos nuevos cuadros. El resultado fue un nuevo video mucho más
trágico que el anterior en el que se ve a la víctima avanzar con paso vivo hasta
que tuerce repentinamente el rumbo y comienza a caer. Ese instante establece una
cota superior en el tiempo, es decir, el disparo debía haberse producido, por
lógica, antes. Así se descartan los disparos posteriores al octavo, con el que
coincide ajustadamente. El séptimo, el sexto y el quinto son efectuados al aire.
Los anteriores son muy prematuros. No hay vueltas, el buscado es el octavo. El
problema es que ese tiro está bien localizado pero no es claro quién lo dispara:
proviene de un grupo de por lo menos tres policías que no se puede discriminar.
Aunque tal vez la justicia sí pueda. Con esta nueva pericia, más las declaraciones
y otros elementos -como el conocimiento de qué policías tenían escudos y bastones
en la mano, cuáles estaban armados y con qué armas- la jueza puede avanzar.
En
mayo de este año Pregliasco entregó sus conclusiones a la justicia, y volvió de
lleno a trabajar en espectroscopía de materiales. Puso pasión durante la investigación,
y el compromiso emocional fue grande. También, se puso a trabajar, descubrió que
la metodología resultó ser la misma que la de una investigación científica. Para
él mismo fue muy curioso ver cómo había ido cambiando su actitud cuando pasó de
la idea de querer ayudar a querer entender, ahí el avance había sido rotundo.
En este caso la ciencia tenía algo que decir y gracias a él lo dijo. El trabajo
en sí, no consistió en sofisticadas tecnologías ni en conocimientos de gran complejidad.
Simplemente agudeza e ingenio. La física utilizada tuvo un nivel más cercano a
la educación secundaria que a la universitaria. Pero no fue poco. Fue una contribución
cierta para que se haga justicia. Son muchas las Teresas que cayeron en la Argentina
bajo las balas impunes y quizás esta vez se sepa quién mató a Teresa Rodríguez. |