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Luz, cámara...y sigue el conventillo Educación
Media en la Argentina, una asignatura pendiente Son
como siete u ocho gremios: las autoridades, los tecnócratas de la educación, los
estudiantes, los padres, los profesores, los empresarios de la educación y la
iglesia. Todos se empecinan en rodar una película en blanco y negro sin tema,
sin acción, sin sexo, sin aventura y de asistencia obligatoria. Y después se quejan
de que no tiene éxito. Pretenden que la gente la vea no una sino 500 veces, desde
las 7 de la mañana y se angustian porque los espectadores desertan. En fin.
En defensa de nuestra escuela secundaria admitamos que siempre fue una película
mala: memorista, enciclopedista, autoritaria, (y aquí me detengo por ahora). Pero
a todos sus males consuetudinarios, jamás resueltos hasta ahora, se agrega el
peor de todos: nuestra escuela secundaria, hoy, a poco de que empiece el siglo
XXI, es anacrónica. Lo que queda para el celuloide es sólo una parodia: los actores
hacen como que actúan, los profesores hacen como que enseñan, los alumnos hacen
como que aprenden.
Veamos qué le pasa a cada uno de los actores. Los estudiantes,
por ejemplo. En la película de antes la rebeldía de los chicos pasaba por el boleto
estudiantil, el sexo, la política. Recuerdo las discusiones con mis compañeros
del secundario sobre si Dios existe, si el Che se moría al cuete, o si el amor
libre. Recuerdo que en las paredes del baño o del aula aparecían pintadas comprometidas.
Ahora dicen: "Velez Capo, Chaca puto". No en vano soportamos una década de dictadura
genocida en la que pensar en Mickey y guardar silencio fueron primero un seguro
de vida, y luego todo un estilo. No en vano la droga pasó de manos: de los hippies
a los traficantes. No en vano los viejos les compramos a nuestros hijos una tele
para la pieza. No en vano Poliladron y Montaña Rusa. (Aunque lo parezca no estoy
en contra de la televisión, por el contrario, me parece un magnífico invento que
disfruto mucho. Sin embargo me parece que a la sociedad le cuesta mucho tomar
conciencia de sus propios cambios. Todavía no nos damos cuenta de que apareció
y está con nosotros la Sofovich Generation). Resumiendo: antes los chicos eran
los malos de la película, los feos, los locos lindos_ ahora me parece, son sólo
"extras".
Miremos ahora a los profesores. Cuando se conocieron los resultados
de las encuestas realizadas por el Ministerio de Educación, que reflejaban el
actual desastre del secundario, no se escucharon muchas voces reflexivas, casi
sólo corporativas. "La encuesta esta mal hecha", dijo un diputado: "En tal caso
no es culpa nuestra", una representante del gremio. ¿Cuántos fueron un poco más
allá y se preguntaron sobre la calidad de los institutos de profesorado? ¿Cuántos
cuestionaron los mecanismos de resguardo de la calidad docente? En las primeras
versiones de la película había concursos, ¿los recuerda?. Ahora los cargos los
tienen los que acumularon mayor antigüedad.
Me han contado que alguna
vez los profesores eran respetados. Por los padres, por las autoridades, por la
sociedad en general. Yo mismo tuve algún profesor secundario con un aura especial.
Aquellos maestros no sólo eran considerados depositarios del saber, eran. Muchos
profesores se quejan de que los chicos no leen. Pero ellos mismos no leen. Ellos
mismos no se actualizan o no se perfeccionan si no es que los obliguen. (Aunque
no lo parezca, tampoco hecho culpas. A quién se le puede echar culpa de no actualizarse
si el tiempo y el salario no alcanza sino para lo justo, lo muy justo). En esta
eterna remake, salvo la hidalguía de ser un profesor taxi que anda en colectivo,
me da la impresión que nuestros viejos héroes no son más que otro contingente
de "extras".
Los papis no se preocupan por lo que los chicos aprendan.
No vamos a entrar en la polémica de los roles familiares, del profundo cambio
social producido en las últimas dos décadas que se refleja especialmente en la
familia: antes mamá estaba en casa y además de ocuparse ella, funcionaba de nexo
con papi. No vamos a hablar de eso. ¡Pero que no lo discutamos no quiere decir
que lo ignoremos!: los papis están los dos (los dos) estresados buscando el mango
para pagar la canasta, o estresados buscando el mango para pagar el country_ estresados.
Por lo tanto no se preocupan demasiado por lo que los chicos aprendan o no aprendan.
Alcanza con que no repita el año. Su concepción de la escuela es bastante más
próxima a la guardería que a la academia. Que el nene no joda, que no repita y
que en quinto traiga el título. (¡Ah! Y que en la escuela no le metan ideas extrañas
en la cabeza, de eso se ocupan las autoridades que cuidan marcando de cerca a
los profesores jóvenes). Los papis la tienen clara: en esta versión de la película
no cuenten con ellos.
¡Sonidistas! ¡Iluminadores! Los tecnócratas
de la educación quieren ser los héroes. Venden y pregonan fórmulas y recetas salvadoras.
Que el educando, que el proceso cognitivo, y qué se yo. No asumen las condiciones
(aunque no suficientes) necesarias: que una escuela buena es una escuela bien
pagada, con buenos salarios, con buenos docentes, con buenos equipos y con buenos
edificios. Que una escuela buena es una escuela con libertad, con creatividad,
con excelencia, cualidades que no se logran cambiando el conductismo por el construccionismo.
Que un docente que se precie de tal debe repartir su tiempo laboral en hacer docencia
y otro tanto (digo: una cantidad de tiempo igual) en actualizarse, perfeccionarse,
intercambiar experiencias, saberes y opiniones con los colegas de la misma y de
otras disciplinas. Todo esto cuesta su justo precio que la pedagogía mejor floripondiada
no puede ahorrar. No lo duden, un buen film cuesta mucha plata, pero es un excelente
negocio.
Cuidado con la censura Los empresarios de la educación,
y la iglesia. Prefiero no hablar de ellos. En distintos pasajes quisieron parecer
los buenos, sin embargo muchos los consideran los malos de la película. Cuando
la heroína está por caer al precipicio, llega La Escuela Fantástica y la salva.
Cuando está por ser violada aparece, El Corazón Caritativo (vacantes limitadas).
Sencillamente no me interesa porque no me parece seria una escuela de uniformados
en cuyas clases de biología no se puede nombrar a Darwin (por hereje) ni en las
de física a la cuba electrolítica (por comunista).
Devuélvanme las
entradas No sólo se hizo anacrónica la escuela secundaria. También se
hizo peor. La sociedad ejerció una presión (fundamentalmente) laboral por el sagrado
título. En el pasado el transcurso de los años de escolarización secundaria seleccionaba
a los alumnos no sólo por su capacidad para el estudio, por su dedicación, su
esfuerzo, su elección, su gusto. El alumno que no podía, o no quería, repetía
de año o abandonaba. Ahora esto no ocurre u ocurre en menor medida. Generalmente
se aprueba en alguna instancia, por ejemplo en el recuperatorio del recuperatorio
del recuperatorio. El docente le tiene terror a la idea de expulsión del sistema,
(no debe existir una práctica más antipatriótica que ésa). Se aprueba mintiendo,
engañando, "zafando". (Este engaño es bidireccional y doble mano. A veces el docente
engaña al alumno, otras viceversa, otras ambos hacen como que hubo aprendizaje)
El día menos pensado tenemos el título en casa. Pero supongamos que una persona
se resiste, la sociedad entonces lo bombardea con los "bachilleratos para adultos",
"bachillerato en 5 cuatrimestres, títulos oficiales", "bachillerato por correo".
La presión laboral es muy grande pues para atender el teléfono en un consultorio
nos piden el bachillerato, y la tentación también lo es. Yo pregunto ¿por qué
debemos obligar a las personas a resolver sistemas de dos ecuaciones con dos incógnitas
o a conocer las partes anatómicas del conejo? Por qué no admitir que quien quiere
ser sólo músico o zapatero debe ser libre de elegirlo. La oferta del sistema educativo
secundario argentino es muy poco diversa. No hay escuelas para oficios o artes
en la cantidad necesaria. Sólo podemos bachillerarnos. Esta vieja cinta, en blanco
y negro, y en mala copia, tiene el final re-cantado.
No es que yo sea
desmesuradamente negativo. Es que sólo podremos cambiar la escuela si le ponemos
el ojo crítico al bodrio que sigue en cartel. No pretendamos que de las autoridades
surja un Federico Fellini, ni que nos monten una producción estilo Hollywood,
porque esta película depende de nosotros. Tenemos que rodarla los protagonistas.
Todos somos responsables de esta empresa creativa, pilar de nuestro futuro. ¡Caramelos,
chocolatines!
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