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La tercera cultura
En 1991 comenzó
a funcionar en los EE.UU. una comunidad virtual llamada "The edge" (El borde)
en la que una buena cantidad de científicos destacados (y particularmente vinculados
con la comunicación de las ideas) comenzaron a debatir acerca de la ciencia, la
tecnología y la realidad vista a través de ella. La pregunta es qué hacen los
intelectuales frente a la necesidad de pensar un mundo configurado por los avances
científicos. Existe un tipo de intelectual -habitualmente esas personas
que usan anteojos, fuman pipa y firman notas en los diarios- que no tiene una
noción ni aproximada de la ciencia y que no se incomoda por ello. Algunos, más
extremistas, llegan a ufanarse de su desconocimiento y se ha hecho célebre la
frase con que uno de ellos comenzó un libro sobre estudios sociales: "Esta obra
está dedicada a todos los profesores de ciencia que nunca tuve. Sólo sin ellos
ha podido ser escrita". De entre los intelectuales del mundo, estoy hablando del
tipo largamente mayoritario, llamado de los filósofos humanistas, o filósofos,
o humanistas a secas.
En una conferencia famosa, en mayo de 1959, el científico
y escritor Charles Percy Snow llamó la atención sobre el alarmante silencio que
estos intelectuales mantenían sobre los grandes descubrimientos de la ciencia
que, además de sorprendentes, implicaban enormes cambios en la concepción de mundo,
de la humanidad, de la vida y el universo. Acuñó la idea de "las dos culturas"
para aludir al cisma entre los intelectuales humanistas y los científicos, y presagió
la emergencia de una tercera cultura liderada por una corriente intelectual de
filósofos sin lagunas (ni océanos) mentales.
Durante los 30 años que siguieron,
la ciencia -del brazo de la tecnología- entró en el hogar de cada ciudadano. La
gente común ya no puede, aunque quiera, no ver que la ciencia le incumbe fuerte
y constantemente. La medicina, los medicamentos, los alimentos, el confort, los
peligros, su destino, todo lo que a un ser humano común le puede interesar se
vincula con el saber científico. Ni qué hablar de las preguntas filosóficas y
existenciales que por más estresados que estemos no perdemos el derecho a formularnos.
La ciencia está dando respuestas novedosas y reformulando preguntas, y los filósofos
siguen en las discusiones de hace tres siglos. Para peor, durante esos 30 años
una pseudointelectualidad asaltó la hegemonía disfrazándose de científica y estafando
al público general (ver recuadro "Sokal, el desenmascarador"). Los intelectuales
de la tercera cultura seguían faltando.
Parece que han llegado. En 1991,
un editor estadounidense llamado John Brockman publicó un ensayo titulado "La
emergente tercera cultura" en la que deploraba que se considerara "cultos" a los
exponentes de la primera cultura: la de las letras, la historia y las artes que
ignoraban la ciencia, y advertía que a partir de los 80 muchos científicos habían
decidido tomar por asalto el terreno de la primera cultura y comunicarse directamente
con el público. A continuación, convocó a una veintena de científicos de Estados
Unidos, Inglaterra y Australia a participar de un foro electrónico en el cual
discutieran libremente para que el público pudiera enterarse por qué carriles
discurría la comprensión última de las cuestiones de fondo. Así nació "The edge,
La tercera cultura", que abre al público de lunes a lunes las 24 horas del día
y sin feriados en http:// www.edge.org.
Richard
Dawkins, Steven Pinker, Paul Davies, Stuart Kauffman, Nicholas Humphrey, Martin
Rees, Lynn Margulis, Marvin Minsky, Stephen Jay Gould, Daniel Dennett, Roger Penrose,
entre otros. Brockman no improvisaba, en su convocatoria eligió científicos de
renombre, que no sólo se destacaban por sus trabajos originales sino por saberlos
plantear al público general en términos claros y entendibles por todos. Esta condición
venía acompañada por un fenómeno reciente, el éxito editorial de la divulgación
científica, hoy en día casi un género en sí mismo. "La tercera cultura -explica
Brockman- reúne a aquellos científicos y pensadores empíricos que, a través de
su obra y su producción literaria, están ocupando el lugar intelectual clásico
a la hora de poner de manifiesto el sentido más profundo de nuestra vida, replanteándose
quiénes y qué somos".
En "The edge", los científicos debaten sobre las
consecuencias potenciales de los descubrimientos recientes, especulan sobre sus
posibles implicaciones éticas o morales, se pelean por los significados trascendentes
y evitan el uso de cualquier fórmula o lenguaje de jerga científica que pueda
dejar afuera a un lector no especializado. También se pueden encontrar fotografías,
videos, biografías, recomendaciones de libros y una miscelánea de apéndices muy
entretenidos. Todos los años se plantea lo que nosotros llamaríamos "la pregunta
del millón". La del 2005 fue "¿En qué cree usted, aunque le consta que no hay
prueba de ello?" el resultado de la pregunta fue un texto de 120 respuestas y
60.000 palabras, e innumerables citas en la prensa. La pregunta actualmente abierta
es "¿Cuál es su idea peligrosa?".
Hoy son una necesidad los filósofos
que se dignen a comunicarse con el resto de los mortales. Pensar nuestra existencia
y nuestro destino, con conocimiento de causa, no solo es nuestro derecho, también
nuestra obligación. | |
The
Edge
Annual Question - 2006
¿Cuál
es su idea peligrosa? La historia de la ciencia está llena de descubrimientos
que fueron considerados social, moral, o emocionalmente peligrosos en
su tiempo: el heliocentrismo de Copérnico y la evolución natural
de Darwin son los arquetipos. ¿Cuál es su idea peligrosa? Una idea
(no necesariamente propia) que usted piense que no es peligrosa porque se asume
falsa, ¿pero qué pasaría si fuese verdad? Esta es la pregunta
lanzada (esta vez) por Steven Pinker y que ya tiene 119 respuestas, 119 ensayos
originales, 75.000 palabras indicadoras de una nueva filosofÌa natural. Las nuevas
maneras de entender los sistemas físicos de terrible complejidad, la neurobiología,
una biología realista de la mente, los adelantos en biología evolutiva,
las fronteras de la física, la tecnologÌa de la información, los
avances en genÈtica, la ingeniería, la química de materiales; de
todos estos campos se derivan preguntas peligrosas, de importancia crítica,
que uno lee y ya no puede dejar de pensar en ellas. |
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Sokal,
el desenmascarador
La ola de los filósofos
posmodernistas, entre los que algunas de sus figuras más destacadas son
Jacques Lacan, Felix Guattari, Julia Kristeva y Gilles Deleuze, reivindicaban
el estilo cerrado, rebuscado y confuso de sus escritos. Pero eso no es todo: se
hallaban enmascarados en un halo de erudición, profundidad y solidez logrado
a menudo con el uso de terminologÌa científica de las ramas de la matemática,
la física, la topología, etc. O sea, un lenguaje especialmente diseñado
para resultar ininteligible. Alan Sokal, un físico teórico que visitó
la Argentina en 1998 (ver EXACTAmente nro. 11) harto de la mistificación
que se hacía de la ciencia y en la certeza de que este discurso no hacía
otra cosa que ocultar la ausencia de pensamiento honesto pergeñó
una parodia titulada "Transgrediendo los límites, hacia una hermenéutica
transformadora de la gravedad cuántica" y la envió a una de
las revistas más prestigiosas en los círculos posmodernistas que
la publicó en forma destacada. El artículo era una sarta de disparates
sin sentido. Sin embargo, ninguno de los referís que evaluaron el artículo,
ni los editores de la revista, ni los intelectuales lectores de la revista se
dieron cuenta. |
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Artículo
publicado en la revista EXACTAmente. Todos los derechos reservados.
Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jun-06. Buenos Aires, Argentina. |
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