Las enseñanzas del Maestro Ciruela
El gen egoísta

Uno de los desafíos más importantes que tienen los docentes de biología consiste en lograr que los estudiantes se apropien (es decir, entiendan cabalmente) del mecanismo fundamental, el motor básico de la evolución.

Hace 40 años el biólogo Richard Dawkins, escribió un libro que marcó un punto de inflexión en el modo en que entendemos ese motor. El libro se llama El gen egoísta (The selfish gene) que se convirtió un un verdadero best seller y lo sigue siendo. El título no es más que una metáfora. Los genes son estructuras unitarias y simples que residen en el genoma de todos y cada uno de los organismos vivientes. Cada ser humano posee unos 20.000 genes en cada una de sus células. Se trata -cada uno de ellos- de una instrucción para fabricar una proteína. Y, por supuesto, son incapaces de expresar individualmente un comportamiento. Ni de egoísmo ni de altruísmo ni de ningún otro carácter temperamental. Los comportamientos como el egoísmo o el altruísmo son manifestaciones complejas que necesariamente deben sustentarse en una organización compleja de estructuras subyacentes. Son propiedades emergentes de organizaciones profundas. Ni Dawkins ni ningún biólogo pretende que los genes puedan manifestar personalidad de ningún tipo.

Para ponerlo con un ejemplo: nadie puede pensar que una arandela o un tornillo pueden manifestar la propiedad de la alta velocidad. En todo caso es algo que puede manifestar un automóvil de carrera, que entre las miles de piezas que lo forman están la arandela y el tornillo de nuestro ejemplo.

De modo que si un gen no puede ser egoísta... ¿a qué se refiere el egoísmo que Dawkins les achaca? Se refiere a una apariencia emergente que aparece si uno estudia la existencia de los genes a lo largo de las generaciones y en los conjuntos que integran con otros genes en los genomas de los organismos. En esas historias los genes aparecen como si tuvieran (pero sabemos que no lo tienen) un temperamento egoísta: "quiero sobrevivir y reaparecer en las generaciones posteriores y no me importa a qué costo".

Lo interesante de este razonamiento -en principio inocuo, estéril- es que abrió una autopista de pensamiento que permite una comprensión muy cabal, muy profunda, del motor de la evoución.

Se trata de una postura reduccionista en el mejor sentido, en el más fecundo. Al descubrir esa propiedad emergente... se abrió una especie de compuerta en una represa que inundó de corrientes fértiles un sinúmero de cauces secos en el pensamiento biológico.

El gen egoísta recibió muchas críticas. Pero sobrevivió. Siguen planteándose problemas teóricos en torno a su validez o aplicabilidad, sin embargo ofrece una forma de pensar la biología que resulta arrasadora.

 
 
   
Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jul-16. Buenos Aires, Argentina.