Las enseñanzas del Maestro Ciruela
Elogio de la exageración

Me han criticado que -no pocas veces- soy un exagerado... y tienen razón. A veces he dicho en clase "los libros de física que dicen que las fuerzas centrífugas no existen o son pseudofuerzas, hay que quemarlos sin pérdida de tiempo", y también se me ha escuchado decir "si encuentran al profesor que inventó la palabra normal para indicar la fuerza de apoyo, degüéllenlo ahí mismo donde lo encuentren". Hay otras frases también, lo reconozco, suelo sarparme. Pero permítaseme hacer una defensa y hasta un elogio de la exageración.

El actor de teatro se pinta la cara, base, rímel, sombra. Imposta la voz y habla en escena con variación de tonos, cadencias, énfasis. Apoya el discurso con ademanes ampulosos. No cabe duda de que exagera sus gestos y su discurso porque sabe que es la manera efectiva -tal vez la única- de llegar a su público distante. Acierta en que es la manera de mantener la atención del público despierta y, sobre todo, de hacer más claro el argumento.

En una charla tete-a-tete entran en la conversación muchas claves que modulan la conversación y ayudan al mutuo entendimiento. El movimiento de los ojos, las facciones, el fraseo, minúsculas cadencias en los fraseos. Pero toda esa parafernalia comunicativa que manejamos naturalmente sin darnos cuenta se diluye frente a un auditorio. Cuando usted está frente a una clase de más de 10 personas, la comunicación es otra cosa.

El disertante y su auditorio tienen una dinámica diferente, y las herramientas de la comunicación son distintas. Y yo reivindico -y elogio- la exageración como una de ellas. Como una excelente herramienta de comunicación. Sin ir más lejos, la voz impostada es una especie de exuberancia. Estando en clase las exageraciones tienen una especie de capa protectora, una justificación tácita, del mismo modo que un actor disfrazado no saldría así vestido a la calle: afuera sería visto ridículo y pondría incómoda a la gente, pero sobre el escenario no asusta a nadie ni sorprende.

No le tema a las exageraciones y menos aún a las dichas con humor. Los estudiantes despiertos las entienden como tales, y se divierten. A los otros, al menos, los habrá despertado con su primer exabrupto, y si no las entienden no se haga problema: esos no tienen remedio; resígnese, y arrójelos por la ventana.

En un docente, mi amigo, la exageración casi es sinónimo de pasión... y no es poca cosa.

Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jul-10. Buenos Aires, Argentina.