Las lecciones del Maestro Ciruela
Dogma Central

En los años 60 los entonces recientes descubrimientos sobre la mecánica molecular de la vida llevaron a popularizar lo que se llamó el Dogma Central de la Biología Molecular. Sintéticamente dice que de cada gen se transcribe un mensajero y de cada mensajero se traduce una proteína. Simbólicamente: ADN>ARN>PROTEINA. Los genes están hechos de ADN y se hallan en el núcleo de los organismos superiores. Los mensajeros están hechos de ARN (una cadena cortita muy parecida al ADN) que copia el mensaje escrito en el genoma y lo saca del núcleo. En el citoplasma una maquinaria lee el mensaje y fabrica una proteína con lo que, finalmente, se construye todo el organismo.

No sé quién fue el irresponsable que le puso el mote de dogma a este mecanismo casi universal en el mundo viviente. Y digo casi, porque en el año 1975 Renato Dulbecco obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, premio que compartió con David Baltimore y Howard M. Temin por el descubrimiento de la enzima llamada transcriptasa reversa, que hace copias en ADN tomando como molde cadenas de ARN. Este mecanismo que invierte el sentido de los dos primeros pasos del “dogma” es bastante frecuente en varios virus, por ejemplo, el HIV, causante del sida.

La transcriptasa reversa no fue contraejemplo de ningún dogma, ya que los científicos no tienen dogmas. No sé quién le puso ese mote al orden de sucesión biológica mayoritaria pero claramente se trató de un error, no científico sino literario, divulgativo. Cuando se descubrió el orden de sentido inverso en algún virus, todos festejaron, aplaudieron y nadie se sintió herido ni defraudado ni contradicho. Nadie había escrito que el sentido inverso (RNA>ADN) era lógicamente, fisicamente o biológicamente imposible.

Quien haya acuñado la frase con la palabra dogma no debe haber tenido en cuenta el daño que le producía a la ciencia, porque los enemigos de la ciencia se lo creyeron, lo tomaron al pie de la letra. Y no solamente dicen ahora que la ciencia tiene dogmas sino que, a la luz de los sucesos posteriores -añaden-, que las verdades científicas son relativas o, más aún, que la ciencia es un relato literario como cualquier otro.

Tampoco es cierto que de cada gen surja una y sólo una proteína. Parece estar muy difundido en la naturaleza un mecanismo llamado splicing alternativo por el cual los genes, actuando en diversos módulos o segmentos y en divertida mezcla, pueden generar no una sola sino más de una proteína diferente. Y todos contentos.

La divulgación como la docencia tienen -necesariamente- limitaciones (por espacio, por tiempo, por complejidad, etc.) que a los entendidos les puede -y les suele- generar urticaria. Pero son las limitaciones naturales de la enseñanza en cualquier ámbito humano. Las comparaciones y metáforas son muy útiles para la comprensión, sólo hay que cuidar que se entienda lo que son: recursos didácticos, y no se confundan con la sustancia de lo que se quiere enseñar.

Ahora, cuando un pseudo-entendido quiere criticar una teoría y se remite a cuestionar la metáfora sin poder salirse de ella, en realidad no está cuestionando nada, solo está haciendo alarde de la propia ignorancia.

Transcriptasa reversa (también llamada ADN polimerasa ARN dependiente) unida a un segmento de ARN. Modelo hecho por computadora.
 
 
 
 
Las verdades científicas, al contrario que los dogmas, se basan en pruebas y evidencias que pueden ser cuestionadas y revisadas por todos aquellos que quieran o desconfíen.
   
Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización feb-11. Buenos Aires, Argentina.