Las lecciones del Maestro Ciruela
Desafío

Imagínese que un equipo de fútbol va primero en la tabla de posiciones y es tan bueno que el resto de los contrincantes tienen pocas chances de ganarle. Tanto es así que desde el inicio de los partidos los adversarios circunstanciales no ofrecen resistencia. Para qué esforzarse si igual van a perder. Más, le digo. Suponga que los adversarios le ayudan al futuro campeón a meter goles y los encuentros terminan 36 a 1 (nuestro puntero siempre cede el gol del honor), o 42 a 3 (como para disimular un poco). Claro está que un fútbol así dejaría de existir en dos temporadas. No atraería a nadie. Pasaría al olvido sin remedio. La realidad, por suerte, es todo lo contrario. Lo que hace atractivo al fútbol –y a casi todos los deportes– es el desafío, la confrontación. La chispa que enciende el fuego está en la rivalidad, en el combate.

En la docencia –y en muchas actividades humanas– pasa lo mismo. Cada encuentro en el aula, el taller o el laboratorio es un desafío, un reto, un duelo a todo o nada. Los docentes que no viven de ese modo sus clases han de quedarse afuera de la liga. Hay algunos que le ponen tan poca sal a sus clases que resultan más insulsas que chupar un clavo nuevo. Están entregados o no comprenden el desafío. Pero de cualquier modo es muy improbable que puedan enseñar algo.

Ahora que, no se confunda: no son sus alumnos los adversarios. Y si usted es un buen docente encontrará que es fácil enrolar a sus estudiantes en su mismo equipo. Los contendientes son la dificultad de ellos para entender o para sacarse los preconceptos, la necesidad de estar despiertos, alertas, y las dificultades del docente para hacerse entender, para elegir el camino del aprendizaje, para entablar el vínculo fértil, para plantear una intriga, para estimular, etcétera, etcétera. Hay centenares de obstáculos que vencer tanto para ellos… como para usted, que es el director técnico. Arme un equipo, no esquive la charla del vestuario, radiografíe los contrincantes y espontáneamente, naturalmente, buscarán retar las adversidades, ganar cada partido y ser campeones a fin de año.

El jugador que le toca hacer banco se frustra, se come las uñas, los codos, no ve la hora de que el técnico lo convoque al campo. Jugar al fútbol es divertido, apasionante, desintoxicante, emotivo. Hay una lucha a muerte en cada encuentro. Cuando uno se calza los botines no lo hace para descansar, ni por compromiso, ni por obligación... y al que vuelve con la camiseta sin transpirar se lo mira con mala cara. Pues, lo mismo que hay en la cancha hay en el aula: un desafío en cada clase. Y los goles son amores. Si así no fuese, mi amigo, ganar no daría tanta alegría.

 
 
 
   
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