| Las enseñanzas del Maestro CiruelaVerdad y consenso
 
 Entre las barbaridades que el pensamiento posmoderno intenta  imponer en el ideario popular (fundamentalmente a través de los profesores  secundarios) se destaca aquella que dice que la verdad en ciencia se establece a  través de consensos integrados por los científicos de mayor poder, los más  renombrados, los más prestigiosos, los más influyentes, los más convincentes. No es infrecuente que  los mismos despistados que enarbolan este absurdo de la verdad por consenso  promuevan la consigna -hilarante- de la democratización de la ciencia.
 ¿Pero es que no hay consensos en torno a la verdad? Claro  que los hay, por supuesto, ya que aparecen espontáneamente después de que la  verdad se ha establecido; la verdad no espera a los consensos, sino que los  consensos llegan después de la verdad. La verdad en ciencia es hija de la  evidencia y de ningún otro padre. Es el universo -la naturaleza-, consultado a  través de experimentos y observaciones, el que dice que una teoría es falsa o no  lo es. No digo que sea inmediato, exige discusiones y  repeticiones, el prceso puede durar 10 años, a veces. Cuando el universo se expide es casi imposible que no lo suceda un  acuerdo, una aceptación obligada. ¡Pero no a la inversa!  Es una muestra de desconocimiento esencial sobre el  funcionamiento de la ciencia pretender una causalidad entre consenso y verdad.  Se trata de una ingenuidad (por ser indulgente) equivalente a suponer que la  luz existe gracias a que hay ojos que la ven, o que la enfermedad existe  gracias a que hay médicos y hospitales. En definitiva, este postulado posmoderno  no es más que  una versión aggiornada del medieval principio de autoridad.  En cuanto a la democratización de la ciencia... ¿pretenderán  someter a votación las Leyes de Kepler? 
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