Las enseñanzas del Maestro Ciruela
¡Aguante la fuerza centrífuga!


Hoy les voy a contar qué fuerzas centrífugas me expulsaron precipitadamente del Comité de Físicos Encumbrados, y me obligaron a ejercer la docencia escondiendo mi identidad.

Todo comenzó en un curso en el que mis alumnos insistían con que las fuerzas centrífugas no existían, que sus anteriores docentes -y también los futuros, por qué no- les habían jurado y perjurado que las fuerzas centrífugas no son interacciones verdaderas, y suponer su existencia era una prueba de la más perversa ignorancia científica.

Yo sólo había dicho tímidamente que la sola aceptación del principio de acción y reacción hacía inferir que si había una fuerza centrípeta (de la que nadie dudaba, ni mis alumnos, fíjense) entonces su par de interacción podía ser centrífugo, ya que los pares de interacción tienen sentidos opuestos y el sentido opuesto a la centrípeta -habitualmente- es centrífugo. En ese momento no insistí porque temía por mi integridad física (creo que ya antes les hablé de mis alumnitos...).

Sin embargo, cuando llegué a casa decidido a presentar batalla, hice una breve investigación bibliográfica. Para mi sorpresa, casi todos los textos de Física que tenía -el Tipler, el Resnik, el Alonso, el Sears, el Hewitt, el Roederer, el Feynman, el Gettys... verán que no tengo pocos- decían exactamente lo mismo que mis pichones. Varios textos, inclusive, degradaban a las supuestas fuerzas centrífugas a la condición de fuerza ficticia o pseudofuerza. Y otros -eso era lo peor- postulaban las condiciones en que podía aparecer una fuerza ficticia: esto es un sistema no-inercial, y definían -a partir de esas condiciones- qué era una fuerza centrífuga... qué vivos. También abrían el paraguas casi todos los autores sobre el error común que cometen los legos de suponer la existencia de una fuerza centrífuga cuando no la hay, y de no advertir la interacción centrípeta donde y cuando corresponde. Por evitar un error, cometieron otro... pero doble.

Eso fue lo que les expresé a mis colegas en la reunión anual: que si se definía fuerza centrípeta (con auténtico derecho literal) como una fuerza que apunta permanentemente hacia un punto (centro de un movimiento circular) entonces, con idéntico criterio, fuerza centrífuga era una interacción que apunta permanentemente desde ese punto hacia afuera; y que cualquier otra definición para fuerza centrífuga debía ser no contradictoria con la anterior para no violentar significados tan claros y explícitos. Centrífugo es lo que apunta radialmente hacia afuera; eso es inmodificable. Además, les dije que yo encontraba permanentemente esas interacciones, que me resultaban muy simpáticas, y les mostré algunas. Por último, les aseguré que aceptaba -y de muy buen grado- que cuando un cuerpo gira, la suma de todas sus interacciones debe apuntar hacia el centro de rotación. Pero les advertí que no hay ninguna restricción para que dentro de esa sumatoria de fuerzas haya una o varias centrífugas.

Esa fue la última vez que pisé el Centro, del que tuve que fugar sin mis credenciales. Desde entonces uso bigotes y me hago llamar Ciruela.

Sobre las manos de este caballero está actuando una fuerza, a todas luces, centrífuga.

El nombre correcto de las fuerzas no-inerciales es fuerza no inercial. A ellas les cabe la descripción (correcta) de fuerza ficticia, o pseudofuerza. Fuerza centrífuga, en cambio, quiere decir otra cosa: apuntar todo el tiempo de un centro hacia afuera.

Esquema de dos cuerpos girando atados por cuerdas.
Sobre el cuerpo que gira más adentro (rojo) actúan dos fuerzas: una para adentro, F1, que realiza la cuerda que la une al centro, C; y otra para afuera, F2, que realiza la soga que lo ata al cuerpo exterior. F1 es centrípeta, y F2 (en azul) ¡centrífuga!, cualquiera se da cuenta. La suma de ambas, R, es centrípeta, tal como asegura Newton.
    Artículo publicado en la revista EXACTAmente. Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jun-06. Buenos Aires, Argentina.