Propuesta de partición
de la Universidad de Buenos Aires.

Breve análisis de la crisis actual de la Universidad de Buenos Aires
            La crisis actual de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se debe en gran medida a su actual tamaño. Con 350.000 estudiantes, 50.000 profesores, 11.000 empleados no docentes, 13 facultades, colegios e institutos, el manejo administrativo y el direccionamiento político se vuelven enormemente dificultosos cuando no imposibles. Estos números van acompañados de abultados presupuestos, cajas y cúmulos de poder e intereses que, a su vez, interfieren fatalmente los genuinos cometidos de una universidad.

Modelos antagónicos
            En la UBA coexisten, por razones históricas, dos modelos de universidad totalmente diferenciados: el modelo científico (también llamado humboldtiano) y el modelo profesionalista (o napoleónico). No se trata de un modelo bueno y de otro malo. Son modelos diferentes que apuntan a objetivos diferentes. Ambos modelos son incompatibles. Su coexistencia en una única universidad sólo perjudica a ambos. No se retroalimentan. Sólo se entorpecen.
            La discusión programática es imposible desde el vamos: hay gente instruida que cree equivocadamente que una universidad (o facultad) científica forma científicos, y que una universidad (o facultad) profesionalista forma profesionales. Esto es absolutamente falso. En otras partes del mundo (fundamentalmente en el primer mundo) los profesionales de cualquier disciplina se forman en universidades científicas.
            No hay cultura en educación universitaria, y nuestros dirigentes no entienden ni perciben la diferencia fundamental que existe entre los dos modelos. Pero aun cuando nuestros dirigentes universitarios conocieran la disyuntiva, la discusión interna sobre modelos de universidad seguiría resultando impracticable, no sólo por la ignorancia reinante al respecto, sino por la cantidad de compromisos políticos e intereses económicos que tal discusión pondría en juego.

El tamaño atenta contra el modelo científico
            La cuestión de tamaño de una universidad afecta directamente en la cuestión de los modelos. Una megauniversidad como la UBA nunca puede ser una universidad científica. Para ser científica, una universidad debe ser pequeña. La ciencia es una empresa ágil, casi caótica, caprichosa, espasmódica. Un día se abre un campo de investigación y a la semana, otro. Y otros se cierran o caen en desuso. Para ser una universidad científica hay que estar en la cresta de la ola. Si no se es capaz de generar nuevas líneas de investigación, al menos es necesario poder girar para donde va la corriente. Por eso una universidad científica debe ser ágil, capaz de crear o cerrar departamentos, carreras, orientaciones, especializaciones o lo que fuera, en tiempos razonables. La hipertrofiada UBA es incapaz de resolver nada ni en tiempos infinitos. Ni siquiera es capaz de elegirse un rector. El tamaño gigante va acompañado de intereses corporativos gigantes, de poderes gigantes y de burocracias gigantes. Eso es incompatible con la creación de conocimiento.

Oportunidad
            Siempre se ha pensado que una partición de la UBA sólo puede provenir de afuera de la universidad, ya que el mecanismo legal ha de ser una ley nacional. Sin embargo, el poderío político, económico y gremial acumulado en la UBA es tan grande, que los gobiernos nacionales no se le atreven. Como la enseñanza superior suele interesar entre poco y nada a la opinión pública, los gobiernos no se van a arriesgar a pagar costos políticos.
            Desde adentro de la Universidad es imposible construir un consenso de partición. Debido al esquema “coto de caza” con el que funciona -las relaciones pseudofeudales y esquema federativo de facultades-, resulta imposible lograr una masa crítica de actores interesados en impulsar un acuerdo para lograr una partición. Pero estamos llegando justo al punto medio entre el afuera y el adentro, en el que hay una (fugaz) oportunidad. Al gobierno nacional está empezando a interesarle el asunto porque no le conviene que haya incendios ni muertos por el centro de la Capital. La Universidad está haciendo todo lo posible para desembocar en una intervención, y está tomando conciencia de que las pujas políticas y económicas son incompatibles con la función académica.
            La cuestión es que una partición, en este momento, además de ser un acierto académico (cosa que muy pocos entenderán, y a muchos menos les importará), puede significar una salida política. Estamos en una crisis profunda... en una encrucijada sin salida. Pero si se particiona la UBA, ¡desaparece el problema!
            Al fraccionarse la UBA, desaparecen automáticamente los cúmulos de poder (ya sea por fondo económico o por número de personas) de todos los aglomerados sociales, gremiales y partidario-políticos que permanentemente tironean en el escenario actual.

Recursos económicos para la partición
            Hoy la UBA recibe en términos proporcionales el presupuesto más bajo de todas las universidades nacionales. Los motivos son: el monto absoluto que se lleva la UBA (que es el más alto de todos)... ¡y la cola de paja! No es posible salir a pedir más presupuesto cuando hay tanto despilfarro, corrupción, ineficiencia y burocracia. Cada una de las partes de la partición de la UBA va a quedar en mejores condiciones de pelear. Y no hay que olvidar el ahorro de presupuesto que implicarían 14 administraciones de facultad y una de megarectorado menos (cientos de funcionarios, empleados, edificios).

Las partes
            La partición racional debe apoyarse en dos premisas. La primera es la idea de campus universitario (probada fórmula que estimula la interdisciplinariedad y el enriquecimiento cultural, que al mismo tiempo permite una gobernabilidad fluida y racional). Y la segunda premisa es estratégico-académica: las nuevas universidades deben surgir de grupos humanos ya formados que persiguen objetivos comunes (hoy por hoy: las diferentes Facultades). No deben agruparse en función de coincidencias políticas coyunturales sino en función de objetivos académicos de más largo alcance. Sobre la base de estas propuestas y considerando el menor gasto posible en mudanzas y traslados, he pensado las siguientes agrupaciones:

  1. Campus Ciudad Universitaria: Ciencias Exactas, Ingeniería, Filosofía, Sociología.
  2. Barrio Clínicas: Medicina, Farmacia, Odontología, Psicología*.
  3. Campus Paternal: Agronomía, Veterinaria, Arquitectura.
  4. Barrio Centro (Recoleta y Balvanera): Derecho, Económicas.

Esfuerzo
            Actualmente, los actores de la vida universitaria que estamos convencidos de que la Argentina debe tener una universidad científica perdemos muchísimo tiempo en defender nuestro ideal académico. Gastamos enorme cantidad de energía en defender la periodicidad de cátedra, las dedicaciones exclusivas, los concursos abiertos, las estructuras departamentales... y tantas otras cosas que son absolutamente necesarias para el modelo científico y apenas accesorias o incluso molestas para el modelo profesionalista. Otro tanto debe ocurrir en otros ámbitos de la Universidad.
            La creación de cuatro nuevas universidades con tamaños racionales, gobernables, direccionables, a las que se pueda insuflar una política académica clara y definida, resultará en que cada una produzca beneficios para la sociedad de manera eficiente, y sin necesidad de gastar esfuerzos en pujas absurdas.


Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jun-06. Buenos Aires, Argentina.
 
 
 
 
 
 
 
*NOTA: cuando la Facultad de Psicología de la UBA deje de ser una academia de psicoanálisis para convertirse en una Facultad científica, su lugar será junto a las otras facultades generadoras de conocimiento, como en el resto del mundo.