Tonterías
Tres segundos

Eso me dijo, que en tres segundos se define todo, se juega la vida. Que ni uno más ni uno menos… que esos tres segundos son los justos y necesarios para escribir el próximo capítulo o quizás un libro entero. ¿Nos estarás exagerando?, lo interrumpí incrédulo. Para nada, me dijo. Son tres segundos que los tenés que contar, medir mentalmente… practicá con un reloj que tenga buen segundero. Pensá que vas a tener que medirlo mientras ocurra y ahí no vas a poder consultar un cronómetro. Si decís internamente uno, dos, tres… tal vez te quedes corto. Probá diciéndote dos mil uno, dos mil dos, dos mil tres. Cronometrate vos mismo.

Lo que me decía Suárez tenía cierta gracia, aunque tal vez no fuera más que mis ganas de que la cosa fuese cierta, y que ocurriera. Yo ya vivía en esos días en que no podés hablar de otra cosa que no sea de la mina, y que su carita hermosa e imposible se te aparece cada vez que cerrás los ojos. Creeme, prosiguió entusiasmado… si cruzan esa mirada que te digo, por tres segundos, no hace falta más nada… el resto es burocracia.

Exagerado, insistí una vez más pero sospechando que tan sólo le estaba pidiendo que me convenciera del todo. Si nosotros ya cruzamos varias veces la mirada. Creo que me derrito sólo de recordar esos ojitos color canela. Sí, puede ser –arremetió Suárez– es muy probable que ya se hayan mirado varias veces, pero seguro que al toque cada uno miró para otro lado. Por todo lo que me contaste digo que ya llegó el momento, la instancia de la mirada decisiva. Cada uno ya sabe lo suficiente del otro, se conocen los nombres, las ocupaciones, los gustos… habrán charlado una docena de veces, y te habrás guardado de pronunciar el más tímido piropo… te conozco, e hiciste bien. Pero al parecer hay onda, ¿no? Habrán tenido esas conversaciones intrascendentes en grupo y hasta alguna vez a solas, a un metro de distancia y un par de veces a treinta centímetros… ya está, loco, ahora o la encarás con un verso bien pulido y una invitación recontra osada… o practicás la mirada de los tres segundos.

Me encantaría creerte, protesté. Ojalá fuera tan fácil. No digo que sea fácil –me interrumpió con aplomo–, lo que te digo es que es seguro, infalible, irrevocable. Pero tenés que hacerlo con decisión, sin dudas… acordate que no es cualquier cruce de miradas, es un cruce especial, explícito, inconfundible. El lenguaje de los ojos es tan o más elocuente que el hablado, por eso no podés titubear, ni ser ambiguo, ni menos que menos confundirte. Lo más importante es cómo encarás el cruce. No podés estar mirándola desde antes, a ver cuándo te mira ella… La maniobra es muy precisa: tenés que estar mirando para otro lado, como concentrado en las palabras de otro… pero al mismo tiempo, por el rabillo del ojo, tenés que estar atento de hacia dónde mira ella. Si te está mirando a vos no hagas nada, no sirve, hay que esperar otra ocasión. Ella tiene que estar también mirando para otro lado pero de forma tal que vos tenés que estar más o menos dentro de la escena, dentro de su campo visual. Ésa es la oportunidad, porque lo que acá talla es el lenguaje corporal. Ahí es cuando vos girás tu cuerpo, no solo la cabeza: el torso es lo más importante. Todo gira, no como una tabla, obvio, un poco más la cabeza y un poco menos los hombros… pero después del giro tu cara tiene que quedar frente a ella, a dos metros de distancia es lo adecuado. El giro no tiene que ser muy ampuloso sino apenas lo suficientemente obvio. O sea: la encaraste. Ahí ella se va a dar cuenta que la estás mirando a la cara, a los ojos… y no va a poder hacer nada más que devolverte la mirada, y lo va a hacer de frente a ver qué pasa, y el resto de las personas van a desaparecer del mundo… pero no te entusiasmes… es importante que sigan estando. Porque es ahí cuando entran a contar los tres segundos. Cronometrá mentalmente: dos mil uno, dos mil dos…

Pará, pará… ¿por qué mierda tres segundos? Me tenés intrigado… ¿Qué tiene de especial ese lapso? Suárez parecía poseído… sus ojos brillaron al arrancar con la explicación.

Son tres exactos. El primer segundo es lo que ella tarda en darse cuenta que tu mirada es una propuesta seria. Que no es un cruce de miradas casual. Que ese llamado de tu cuerpo era el llamado de atención que ella estaba esperando. Y también es el tiempo preciso que ella necesita para darse cuenta que una fuerza invisible le giró el cogote para mirarte de frente, no de costado, cara a cara. Darse cuenta que ella no lo pensó, pero que ya está ahí en ese intercambio de miradas crucial. Vos llamaste y ella contestó. Y es el tiempo necesario para entender que el llamado se resolverá de esa manera: sin palabras, sólo gestos, sólo miradas. El asunto ya está claro.

El segundo segundo es el desafío… es el intervalo que ella necesita para saber si le vas a mantener la mirada. Para evaluar cuán dilatadas están tus pupilas y cuánto ella misma logrará no parpadear. El tiempo necesario para saber si vos estás decidido, si lo tuyo va en serio, si es a ella por ella misma y no por un cruce cualquiera, ella, entre un montón de gente. Es el tiempo que le dice que la pelota está en su campo y que tiene que dar una respuesta patente, que no fue sólo un llamado de atención sino que tus ojos sostienen una demanda que ella va a tener que resolver.

El tercer segundo es su respuesta. Si te mantuvo la mirada durante ese último segundo es porque su respuesta fue un sí más grande que una casa. Te está diciendo OK, soy tuya, vamos a enredarnos y vas a comerme, y vos sos mío y te voy a comer sin compasión, que no te quepa duda.

El resto, ya te lo dije… es burocracia. ¡Epa!, protesté. ¡Qué pasa después de los tres segundos!

Qué tierno eres… a los tres segundos ella baja dulcemente la mirada y sonríe muy levemente… tanto que vos solo vas a darte cuenta. ¡¡Cómo sabés!!, ¡charlatán! (Odio a Suárez). Pero sin mosquearse continuó. Esto es lo que dijo: no te puede sostener la mirada más de tres segundos porque su inconsciente le dice que de esa manera se regala, y que vos vas a pensar que es una mina fácil. Además ella sabe que ya te dijo que sí, y que vos ya lo sabés, y si no hacés algo después de su elocuente respuesta afirmativa es que sos un reverendo pelotudo y ya no le interesás más.

Suárez me hartó: ¡es imposible que una mina pueda pensar tantas cosas y tan diferentes y tan detalladas en apenas tres segundos! Pero Suárez no se amilanó y me dio la razón más desopilante que escuché en mi vida. Mirá pibe… estás en lo cierto, ella no puede pensar todas esas cosas, pero tampoco lo necesita: ya otros las pensaron por ella. Fueron sus antepasados, y los antepasados de sus antepasados, y los tuyos y los míos también… los que por milenios y milenios estuvieron elucubrando las razones de nuestras miradas y de los movimientos de nuestros cuerpos, y así, participando de esos hermosos diálogos sin palabras se fue cableando lentamente nuestro cerebro, generación tras generación. Y aunque no los podamos escuchar ni ponerle palabras sabemos íntimamente que así funciona y que no podemos hacernos los sordos, los boludos, ni podemos renunciar.

Vos estás reloco, y te estás riendo de mí y aprovechándote de que sabés que estoy sensible… y enamorado. Hacé de cuenta que no te dije nada y andate a la mierda. (Suárez se sonrió un poco y no contestó).

Pero su locura me quedó picando y yo me dije que no perdía nada… o mejor dicho: me dije que tenía que hacer algo. Y el momento llegó. A la clase siguiente estaba muy nervioso. Como siempre, ella llegó tarde, y antes de sentarse nuestras miradas se cruzaron por un instante. Apenas si pude levantar las cejas saludando y ella respondió. En el recreo salí corriendo a comprarme un café y a mi regreso me enredé en una liviana charla con un grupo de compañeros. Ella charlaba en otro grupo al lado nuestro. La tenía a un metro o un poco más, y de golpe su grupo se abrió un poco. Era el momento justo y lo aproveché. Giré ni rápido ni lento para quedar bien enfrentado. Ella respondió a mi movimiento mirándome con una misteriosa sonrisa de la que Suárez no había dicho nada. Y nuestros ojos se encontraron en una finísima e íntima línea recta. Y comencé a contar:

-Uno…

-Dos…

-Tres…


Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización jul-18. Buenos Aires, Argentina.