César Milstein, (1927-2002) bioquímico, Premio Nobel de Medicina en 1984.
 

Tonterías
UNIVERSIDAD PÚBLICA Y PRIVADA

Los argentinos se enorgullecen de tener cinco premios Nobel. Nuestros cinco genios salieron de la universidad pública. Sin embargo cierta clase política, la derecha, el neoliberalismo, insiste con el modelo de la universidad privada. En el fondo hay ahí una discusión muy seria en torno a si la educación debe asumirse como un derecho humano o como un servicio comercializable. Pero en este breve artículo sólo voy a hablar de la calidad educativa.

Para que existan universidades privadas de excelencia tendría que existir una sociedad en la que el capital privado quisiera invertir en conocimiento. Eso no ocurre ni ocurrirá por mucho tiempo. No existe ni la voluntad ni la capacidad ni el conocimiento necesario (nuestros empresarios suelen tener un grado de cultura muy bajo) para realizar la inversión en conocimiento que inevitabemente solo da rédito (directo) a muy largo plazo, cuando lo hace.

En la Argentina, particularmente, la única posibilidad de tener una universidad de excelencia y generadora de conocimiento es en la universidad pública, gratuita y laica. Nuestras universidades privadas son meros enseñaderos, vendedores de títulos profesionales.

Soy docente en una universidad pública. Pero también he pasado por la privada. Voy a contar esto que a muchos les cuesta creer. Era una facultad de ingeniería. Mi cátedra tenía un par de docentes excelentes en lo alto de la jerarquía, pero el resto de la tropa (yo incluído) éramos unos pobres diablos. La relación laboral era tan pero tan precaria que la rotación era constante. En cuanto conseguíamos algo mejor nos íbamos. El trabajo de cátedra era una ilusión imposible. Por ejemplo, trabajábamos a destajo: hora dictada, hora cobrada... pero si tu clase caía en un feriado ese día no cobrabas. Licencias de ningún tipo con goce de sueldo... y así. Mi cargo era auxiliar graduado. Los estudiantes eran unos pelotudos bárbaros... 90% varones de entre 20 y 25, un celador les tomaba asistencia clase por clase y enviaba mensualmente las planillas (un especie de boletín) a los papás de los chicos. (Créame, no lo estoy inventando). La motivación académica de los pibes brillaba por su ausencia. Duré un año.

Puede que esta caricatura de educación no sea una constante en la universidad, pero cuando recuerdo a la distancia ese año de docencia en la privada no me sorprende. Y no es que no le haya puesto onda.

 

Algunos derechos reservados. Se permite su reproducción citando la fuente. Última actualización ene-19. Buenos Aires, Argentina.