Tonterías
Estigmatización e inseguridad

Estás caminando por un barrio humilde, te encontrás con un joven de piel morocha, usa gorrita con la vicera para atrás o buzo con capucha, le das entre 17 y 20 años. Tu intranquilidad se dispara y te ponés en alerta. ¿Será que los medios de comunicación han estigmatizado a los jóvenes pobres? ¡No!, ¡pamplinas! ¡¡es simplemente que tus cálculos de probabilidad inconciente funcionan corrrectamente!!

Es lógico y natural pensar que un varón es más peligroso que una mujer, es lógico sentir que es más peligroso un joven que un niño o un anciano, es natural sentirse más seguro al transitar un barrio de mansiones que uno carenciado. Las estadísticas mundiales apoyan estas percepciones. Esto no es estigmatizar, es ser realista.

Negar esta realidad es muy perjudicial para la sociedad. Quienes se escandalizan cuando el periodismo, o la policía, o cualquier ciudadano común utiliza los criterios de probabilidad para prevenir o combatir el delito, se están haciendo cómplices de este tipo de delito.

La principal línea de combate contra el delito consiste en redoblar los esfuerzos económicos en los barrios carenciados. Deben tener más escuelas, las escuelas deben contar con más docentes, debe haber más hospitales y salas de atención, debe haber más clubes y centros culturales, la limpieza y los gastos de urbanización y la presencia policial deben ser mayores que en los barrios acomodados. No es estigmatización, es -sencillamente- sentido común.

Esto no significa negar la criminalidad -mucho más perjudicial para la sociedad- del ladrón de guante blanco. El robo constante que perpetran los bancos, las financieras, los supermercados, las grandes empresas, los evasores, etcétera, no afecta la inseguridad, al menos no me la afecta cuando me desplazo por la calle ni cuando entro a mi casa. Es natural que no le tengamos miedo.

Estigmatizar es un verbo ciertamente ambiguo. Bajo ningún concepto debe confundirse con la vulneración de principios básicos de la democracia: el respeto a la persona, el principio de inocencia y los derechos humanos. Se puede, sin duda, prevenir el delito sin menguar en lo más mínimo esos preceptos.

Intentar negar que el peligro se halla donde está el peligro no ayuda en nada, solo empeora las cosas.

 

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